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El ojo que todo lo ve

La Razón
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No puede ser tan fácil, y sobre todo, no puede pasar inadvertido en un mundo como éste en el que vivimos. Que desaparezca un niño –ya no digo dos, como en el caso de Córdoba– de un parque, de una casa, de un colegio o de un hotel no puede ser algo tan espeluznantemente habitual. Vivimos en una época donde las administraciones son capaces de encontrarte hasta en el fin del mundo si lo que quieren es cobrarte una multa o hacerte pagar un impuesto. Te tienen localizado en todo momento, lo saben todo sobre ti, tus movimientos, tus amistades, con quién hablas, con quién comes, con quién duermes… Es como si viviéramos en un mundo gobernado por el ojo que todo lo ve. Por eso cuesta entender que con todas las armas de las que se dispone hoy en día, no sean capaces de encontrar a un niño de tres años. No puede ser que te registren hasta los calzoncillos en busca de un frasco de colonia de más de 100 miligramos en el control del aeropuerto y no puedan ver cómo un niño es secuestrado, metido en un coche, escondido en un contenedor, subido a un barco, cruzado directamente por la aduana hasta conseguir borrar su rastro de la faz de la tierra. Si eso no hay forma de detectarlo, no sé cómo se dedica tanto tiempo y dinero en detectar otras cosas menos importantes. Mientras sea tan sencillo robar un coche como hacer desaparecer a un niño, es que algo no funciona en esta sociedad que no deja de aprobar leyes restrictivas supuestamente protectoras, organizar debates y hacer comunicados públicos.