Guadalajara
«El alcalde de Zalamea» palabra de honor
La Compañía Nacional de Teatro Clásico devuelve a Madrid uno de los grandes textos de Calderón, dirigido por Eduardo Vasco
No es la primera vez que la Compañía Nacional de Teatro Clásico aborda «El alcalde de Zalamea», ni siquiera la segunda. Pero los grandes textos tienen la capacidad de no estar de más: nunca sobrará un «Hamlet», una «Vida es sueño» o un «Jardín de los cerezos» en la cartelera de una ciudad. Eduardo Vasco apostó este verano por el drama de honor de Calderón para abrir la presente temporada de la CNTC, y lo presentó en Almagro. Ahora llega al Teatro Pavón con el buen sabor de boca dejado en la cita manchega. Buena parte del mérito la tiene Pedro Crespo, el gran personaje entero y digno que le planta cara a los abusos del poder, al que pone voz y rostro un actor que a estas alturas parece predestinado al papel: Joaquín Notario. Nacido en Yunquera de Henares (Guadalajara) hace 52 abriles, el intérprete ha ido creciendo en la última década con la CNTC, desde «Peribáñez y el comendador de Ocaña» a «La vida es sueño». Y es que, asegura, es en el teatro donde más cómodo está, y en concreto defiende el gran teatro de texto: «El teatro es palabra. Quizá los otros géneros o medios tengan intención, u otra mirada. Pero, para mí, si no hay un texto no hay teatro».
Explica el actor que «me he acercado al personaje con mucho respeto, la verdad, porque es uno de los papeles que siempre había soñado: tenía muchas ganas de engancharme a él». No es de extrañar, Pedro Crespo contiene los grandes valores: aunque labriego, encarna la valentía, la sabiduría y la mesura. Da cobijo a los soldados del Rey, se previene frente a la impulsiva juventud del capitán Don Álvaro de Ataide poniendo a cubierto la belleza de su hija Isabel y, cuando la tragedia se desencadena pese a todo, actúa con un único principio en mente: la justicia. «Pedro Crespo es una persona con un gran sentido del humor, pero con un sentimiento trágico intenso. Impresiona ver cómo intenta que la tragedia no le ronde sin conseguirlo», cuenta Notario de un personaje que es ya un clásico en sí. Dice el actor que «honor es una palabra hoy denostada. Pero Pedro Crespo es un hombre que sí tiene un gran sentido de la justicia». Y añade: «La gran conexión que sigue teniendo con el público en parte se debe a su sencillez, esa que tenía el hombre de campo de entonces».
Diálogos antológicos
Y hay conexión: en Madrid la venta anticipada ya ha llegado al 50%, explica el director de la compañía. «El elenco está entusiasmado con la buena acogida, y eso genera una gran confianza», asegura Vasco, que no ha introducido cambios en el montaje de Almagro a Madrid.
En escena, los tira y afloja de Pedro Crespo con Don Lope de Figueroa, interpretado aquí sabiamente por José Luis Santos, constituyen escenas antológicas y, sin duda, algunos de los mejores momentos de un montaje fundido en negro y sobrio en lo formal: apenas hay escenografía y el vestuario de época de Lorenzo Caprile ha hecho economía doméstica para aprovechar, con retoques, el almacén de la CNTC.
En contraste con esa seriedad ambiental, Vasco apuesta por arrancarle al texto de Calderón aquí y allá pinceladas de humor: «Yo creo que eso está en la obra, la labor del director es subrayarlo, y Eduardo lo ha rescatado porque una tragedia no tiene por qué no tener humor. El humor potencia el sentimiento dramático», corrobora el intérprete. El director le devuelve el cumplido: «Hay mucho de Calderón en el humor. ¡Y mucho de Joaquín, que es de un pueblo de Guadalajara! Yo le dije: tienes que irte a esos tipos de pueblo que has conocido para imaginar al personaje».
Junto a él, Vasco ha vuelto a contar con jóvenes rostros surgidos de las filas de la Joven CNTC –la hermana menor de la Compañía, formada por actores que no llegan a 30 años– y que han sabido hacerse un hueco en la formación principal. Así, Eva Rufo da vida a la ultrajada Isabel, acompañada por Isabel Rodes (Inés) y David Boceta (Juan, el hijo de Pedro Crespo). Junto a ellos, además, rostros habituales de la CNTC, como Pepa Pedroche y Miguel Cubero, y algún «invitado» como Ernesto Arias.
Publicada en 1651 bajo el título «El garrote más bien dado» (dentro del volumen «El mejor de los mejores libros que ha salido de comedias nuevas»), la obra de Calderón se inscribe en los llamados «dramas de honor» del Siglo de Oro. Explica Vasco que en esta versión, que firma él mismo, «apenas he quitado nada, lo justo para ganar en dinamismo. Sólo he pulido los vicios barrocos de Calderón».
Un clásico
Antes de Eduardo Vasco se enfrentaron al texto de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) en la Compañía Nacional de Teatro Clásico dos directores, José Luis Alonso, en un montaje ya célebre de 1988, y Sergi Belbel, que en 2000 convirtió el escenario del Teatro de la Comedia en un plano inclinado y rural, un terreno yermo que casi transportaba al público a un cráter lunar. «Me marcó especialmente el montaje de Alonso –recuerda Vasco–, y en concreto el trabajo de Jesús Puente. Además, en aquella época venía de hacer muchos papeles comerciales, incluso anuncios, y sirvió para reivindicar a un gran actor. Aquí hemos querido inspirarnos en aquel trabajo y en algo que tenía Puente, la sabiduría de la sencillez». Junto a él estaba en aquella versión una joven actriz llamada Adriana Ozores.
- DÓNDE: Teatro Pavón. Madrid.
- CUÁNDO: del 30 de septiembre al 19 de diciembre.
- CUÁNTO: 18 euros. Tel.: 91 528 28 19.
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