Estados Unidos

Esperando a Mr Draghi por Francisco Marhuenda

Los próximos meses serán decisivos para salir de una crisis que afecta a la zona euro, y todos estamos pendientes de que el BCE y Merkel ayuden a España e Italia porque los dos necesitan el apoyo de sus socios

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Estamos inmersos en la mayor crisis que ha sufrido nuestro país desde la posguerra. Nada hacía esperar cuando estalló que fuera de tan larga duración y tan profunda. Es cierto que los problemas estructurales de nuestra economía eran algo que se había repetido hasta la saciedad, pero parecía que íbamos en la buena dirección. Lo que era un sueño colectivo de crecimiento constante y de alcanzar el pleno empleo se ha convertido en una pesadilla para el conjunto de los españoles. Es una crisis que afecta directa o indirectamente a todo el mundo y genera una enorme incertidumbre incluso a los que tienen un puesto de trabajo. No basta con querer trabajar y contar con una buena formación, sea cual sea el campo que se elija, porque el mercado se ha colapsado y la incertidumbre en el futuro provoca que nadie se quiera arriesgar a la hora de crear o ampliar negocios. Hasta que no se despeje la crisis de la deuda soberana, la atonía o recesión se mantendrá en todos los terrenos de la actividad económica.

La coyuntura europea, además, es muy desfavorable, porque a la actitud de la canciller Merkel se une que tiene elecciones el próximo año. La opción de ayudar a España, que no puede financiar sus emisiones de deuda a un tipo de interés razonable, resulta muy impopular en la población de su país. Por una parte, se ha extendido la perniciosa imagen de que los socios del sur han malgastado enormes recursos en los últimos años y que son incapaces de controlar su déficit. Es difícil hacerlo, por no decir imposible, con una prima de riesgo que no responde ni al concepto que buscaba el mercado único ni a la capacidad de crecimiento de la economía española. La asfixia que representa la caída de ingresos y la espiral de crecimiento en el pago de la deuda y las prestaciones sociales por desempleo hace imprescindible la ayuda de nuestros socios. A esto hay que añadir que Italia está en las mismas circunstancias y sería un enorme error vernos abocados a pedir esa ayuda sin presentar un frente común con Monti. Las condicionalidades que nos impondrían ahogarían aún más la economía española y nos obligarían a unas reformas todavía más brutales. Por tanto, Rajoy tiene que seguir con su estrategia de corredor de fondo y llegar a un punto donde ambos países reciban la ayuda en iguales y justas condiciones.

Un aspecto inquietante es la actitud de la oposición, los sindicatos y algunas comunidades autónomas que no entienden o no quieren entender la difícil situación que atraviesa nuestro país. Es cierto que Rubalcaba es un líder debilitado por el desastroso resultado que obtuvo en las pasadas elecciones y es cuestionado dentro de su partido, pero no es un momento para titubear sino para hacer frente común con Rajoy. Es demasiado lo que nos jugamos y los españoles esperan que sus principales políticos tengan altura de miras. Los sindicatos viven inmersos en un escenario imaginario en lugar de asumir la realidad. Las huelgas no tienen ninguna utilidad, salvo deteriorar aún más la situación así como la frágil imagen de nuestro país.

En lo que respecta al pulso que plantean algunas comunidades, es tan sorprendente como inoportuno. Uno de los mayores problemas que tiene Rajoy a la hora de recuperar la credibilidad de la economía española está, precisamente, en el modelo autonómico. Los organismos internacionales, nuestros socios europeos y los inversores dudan de la capacidad del Gobierno a la hora de controlar el déficit autonómico y completar las reformas en ese terreno. Alemania o Estados Unidos son estados compuestos, pero no tienen los problemas que tenemos en este terreno. La agenda reformista de Rajoy, que estaba claramente planteada en su programa electoral, se ha aplicado a una velocidad de vértigo. No hay más que ver el uso de los reales decretos ley para ganar tiempo y credibilidad internacional. El FMI y la UE lo han destacado, pero la cuestión autonómica sigue siendo una inquietante sombra que se cierne sobre nuestro futuro. A estas alturas, la crisis de la deuda soberana se ha extendido al resto de países de la UE y Alemania se puede encontrar que sus actitud le cueste muy cara.