Actualidad
Ellos y nosotros por Ángel VALLE
En muchas ocasiones, cuando abordamos cualquier tema relacionado con el llamado periodismo ciudadano, tendemos a enfrentarlo con el periodismo hecho por periodistas, el que podríamos denominar profesional. Que si uno es el futuro, que si el intrusismo, que si la falta de rigor… El caso es que, guste o no y lo definamos como lo definamos, el periodismo ciudadano ya está ahí, es una realidad que se ha impuesto por puro empuje y cuya demostración más palpable es Twitter y, en menor medida, el resto de redes sociales.
Para los propios periodistas profesionales, lo que cuentan los ciudadanos anónimos a través de Twitter se ha convertido en una fuente más de información que, si bien no es por sí misma de fiar, sí que es cierto que en más de una ocasión ha servido para hacer saltar la liebre.
Por tanto, me parece que es imprescindible que unos y otros, amateurs y profesionales, unan sus fuerzas y trabajen, si no de la mano, sí en paralelo, complementándose, alimentándose mutuamente. Porque está claro que el tuitero, el ciudadano de a pie, llega allí adonde un profesional no puede. Y por eso precisamente, debe ser ese periodista ciudadano el que sea testigo primero de lo que ocurre y lo cuente a través de las redes sociales, blogs o como buenamente desee, porque detrás vendrán los periodistas a contrastar, a verificar, a valorar, a contextualizar, a aportar valor añadido, a hablar con otros testigos y, en definitiva, a dar consistencia a la noticia.
Al ciudadano lo que le interesa es saber lo que pasa, que le cuenten qué ocurre cuanto antes y poco le importa si el que levanta la noticia es alguien que pasaba por allí o el mismísimo director de «The New York Times». Así que no podemos mirar para otro lado y dejar de satisfacer al lector, que, aunque casi siempre se nos olvida, es el que manda. Demos por tanto la importancia que se merece a ese periodismo ciudadano e integrémoslo en nuestros medios, digitales o escritos. Es la asignatura pendiente, ese paso adelante que aún no han dado las publicaciones digitales y que no es otro que dar cabida a los ciudadanos, pero ya no sólo a través de comentarios, encuestas o Twitter, sino a través de un espacio propio, de un lugar de diálogo en el que puedan contar sus noticias, comentarlas, compartirlas, pero bajo el techo del medio digital que debe ser capaz de estar atento a lo que sus «periodistas ciudadanos» dicen, a sus denuncias, a sus sugerencias, a sus opiniones e interactuar con ellos en todos los sentidos, no sólo agradeciéndoles su participación, sino tomando el relevo de lo que cuentan cuando sea necesario, haciendo suyas sus informaciones cuando por su relevancia lo merezcan…
No es cuestión de ellos o nosotros, de ellos contra nosotros, sino de ellos y nosotros. Porque antes los periodistas éramos los amos del canal, del soporte que unía a emisor y receptor, pero eso ha cambiado. El mensaje está ahí, para que lo recoja el primero que llegue, y el canal es el mismo para todos. Lo único que ahora diferencia al profesional del amateur es que el primero dispone de un canal que goza de una credibilidad mayor, en el que la gente confía y que, por tanto, llega a un mayor número de personas. Por eso, el periodismo ciudadano necesita nuestro canal, nuestro soporte, y, por ende, nuestros medios; y nosotros les necesitamos a ellos para que nos cuenten, para ser los primeros en saber qué ocurre, cómo, dónde y cuándo.
Así que o vamos juntos o no vamos a ningún sitio.
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