Nápoles

La mejor paella nacional por Bigas LUNA

«Le voy a plantar un árbol en mi huerto, como hago con todos los seres queridos que se me mueren», dice otro director español marcado por su mediterraneidad

La llegada a Palma de Mallorca en «El verdugo»
La llegada a Palma de Mallorca en «El verdugo»larazon

Existe, claro que sí, una conexión entre Berlanga y yo, entre su cine y el mío, y es la mediterraneidad. De él admiro su ironía. Su cine es inteligente y muy español, algo tan importante hoy que estamos sometidos a una invasión cultural constante. Posee un ADN ibérico y una característica de españolidad que me parece vital en cuanto a sus personajes, el contexto donde los sitúa, la ironía que destila, los retratos que pinta. Consiguió algo que no resulta sencillo: cuando veía sus películas me ponía contento, me arrancaba la risa, como la primera «Escopeta Nacional». Y voy un paso más allá: si no hubiera rodado aquella película no habría existido «Jamón jamón» porque funcionan como iconos y las marcan a fuego esa simbología que es tan nuestra.

A Luis se debe la gran frase del cine español: «Menos libertad y más paella, coño», que pronuncian unos presos ante la visita de unos políticos a la cárcel. Y no olvido otra, magistral también, esta de «El oro negro de Nápoles», dirigida por De Sica, en la misma línea berlanguiana. La pronuncia un hombre que acaba de quedarse viudo y está destrozado. Sus allegados le quieren animar con un plato de spaguettis que le ponen delante mientras le dicen: «Come, come, que te va a venir bien». Es suprimir el drama mediante la ironía.

Berlanga es un hombre grande con dos virtudes igual de enormes: era muy inteligente, lo que quiere decir que no presumía de ello, y capaz de reírse de sí mismo. Como él mismo solía decir, sólo se reía «de las cosas que eran importantes», otra de sus genialidades. Él era el gran director que teníamos, divertido hasta el extremo, gran disfrutador de la vida, degustador, atrevido, un hombre que se chiflaba por todo. Le voy a plantar en un huerto que tengo un árbol, como hago con todos los seres queridos que se me mueren. A mis padres les dediqué dos palmeras y a Azcona un azofaifo. Para él quizá sería un algarrobo, un árbol muy erótico que se ríe de todo y crece muy cerca del mar. Dicen que es afrodisíaco, pero qué va, se equivocan. Azcona solía decir algo con mucha razón, que para hablar del más grande o del mejor hay que tener un cronómetro en la mano, pero qué duda cabe de que fue un pedazo de director al que quise y quiero, un hombre que hacía películas como paellas, que era el plato que mejor representa lo español. Lo explico: lleva de todo, su arroz, su conejo, las gambas. Si lo ligas bien es un placer, una maravilla. Y Luis las hacía como nadie.


Bigas Luna