Sevilla
Tablas pese al arrojo de un técnico y la cobardía del otro
Marcelino García Toral ha sido recibido en Sevilla como ese hombre providencial que había de devolverle al club de Del Nido el reciente esplendor perdido, pero en sus primeros pasos al frente del conjunto del Pizjuán se está granjeando fama de técnico ramplón, incapaz de variar desde el banquillo el signo de un encuentro.
Ayer, en El Madrigal, se vio contra diez y en ventaja a los 24 minutos, cuando Negredo transformó en dos tiempos el penalti que le había valido la expulsión a Diego López, pero acabó salvando un punto de milagro. En el otro rincón, a Juan Carlos Garrido no le importó estar con diez para sacar a un delantero en el puesto de un central. Demostró que la voluntad de jugar pesa más que la cantidad.
El 0-1 había sido la consecuencia lógica de un buen inicio del Sevilla, que en el primer tramo tiró dos contras fulgurantes que Manu del Moral y Navas estrellaron en el muñeco. Sin embargo, la reacción del Villarreal al verse en desventaja en el marcador y en el número de efectivos fue admirable. El serpenteante Rossi enfiló la proa hacia Javi Varas y no paró hasta lograr el empate, también desde los once metros. Quede anotada en el debe de Fernando Navarro su ingenuidad por trabar al italiano, que culminaba, sin fuerzas e implorando, que alguien lo derribase un eslálom digno de Paquito Fernández Ochoa.
Obligado por la superioridad numérica, Marcelino sacó a Kanouté y Rakitic en los primeros minutos de la segunda mitad, pero con la escasa convicción que delatan esos cambios hombre por hombre que buscan minimizar los riesgos.
Como el abuelo César, el meta suplente de los locales, era un espectador, Garrido sí se decidió a sacudir el árbol dando entrada a Marco Rubén para fijar a los centrales sevillistas. Al poco de saltar al césped, el argentino cayó al costado izquierdo para burlar a Cáceres con un control orientado y hacer el 2-1 casi sin ángulo. Ni antes ni después había habido rastro del cacareado poder ofensivo del Sevilla, así que el partido estaba liquidado salvo milagro.
No mereció el Sevilla, en este partido, el golpe de fortuna que a la postre le valió un punto. Alexis, que se había quedado rezagado tras subir a rematar un córner, cazó a cinco minutos para el final un centro de Navas y la puso en la base del poste. Igual que hace nueve meses en Copa, el zaguero malagueño empataba in extremis en El Madrigal.
Todavía tuvo tiempo el Villarreal para crear otra ocasión de peligro. O mejor dicho: aún tuvo tiempo la defensa del Sevilla, una auténtica chirigota, para pegarse un tiro en el pie. Fue en el descuento, a la salida de un córner, pero Rubén envió a las nubes un remate franco. Ese gol postrero habría sido un justísimo castigo para el timorato equipo que no se atrevió a lanzarse al pescuezo del mermado rival.
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