Barcelona

Hereu deja las Ramblas huérfanas de arte

La Razón
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BARCELONA-El joven Sorin llegó de Rumanía a Barcelona cuando tenía 15 años. Pasaba largas horas deambulando Ramblas arriba, Ramblas abajo en busca de dinero. Su primer amigo en la nueva ciudad fue un mimo que actuaba en esta emblemática calle y, siguiendo sus pasos, decidió comprarse un disfraz y empezar actuar. Durante siete años se ha caracterizado de dama de la guadaña, de payaso, de rey o caballero. Junto a su mujer, una bella estatua que simula un ángel, mantenían a sus dos hijos haciendo de figurantes. Aunque todos les conocen ahora deberán buscar un nuevo trabajo ya que no han pasado la selección que ha realizado el ayuntamiento de Barcelona para los artistas de las Ramblas.
«No valoran a los de siempre»
De 82 personas presentadas al concurso solamente 30 podrán actuar en la calle. Indignados, una docena de artistas que han sido rechazados, y que llevan años llenando de vida y color el paseo, se han unido para recurririr ante el TSJC la normativa de Hereu que vacía la calle de creatividad.
Uno de los figurantes más querido y veterano de la Ramblas es el Gorila. Alejandrino Gamer Castillo tiene 52 años, es filipino y lleva 11 años actuando con su trineo repleto de peluches de pequeños gorilas. «Soy el más antiguo de todos y aunque he presentado mi currículo, al final, me han denegado», dice con el rostro entristecido. «No han valorado a los que trabajamos aquí desde siempre», lamenta. «Tenemos que luchar por nuestros derechos y pase lo que pase volveré a trabajar. No molesto a nadie», asevera. «Mi mujer no tiene trabajo. ¿cómo comeré y pagaré el alquiler?», suspira con los ojos humedecidos.
Metros más arriba, un joven con la cara pintada recoge sus cosas. «Me acabo de quedar sin trabajo y no estoy de humor», dice enfadado con acento sudamericano y rodeado de tres estatuas más. La zona más solicitada es la de delante del Liceo, donde en apenas 20 metros se concentran unos siete artistas. Un ángel dorado y un esclavo ahorcado ni se inmutan ante la marchosa música de James, conocido como Prince, que cubierto de flores y a ritmo de hip hop invita a bailar a todo turista que se acerque.
«Aunque mucha gente me conoce, no he sido seleccionado y yo soy un artista auténtico», considera este joven que trabaja también como saxofonista, dj y camarero. «Los buenos, los que bailamos, y los más divertidos, nos hemos quedado fuera», lamenta.
Con gafas metalizadas, movimientos robotizados y un traje de ojalata, actúa al inicio del paseo Gonzalo Gracilazo, simulando a Robocop. «Yo directamente no me presenté al concurso ya que seguir la reglamentación que ahora impone el Ayuntamiento es demasiado rígida», opina este argentino de 43 años. La normativa que deberán seguir ahora las estatuas seleccionadas será actuar en un espacio de menos de un metro cuatrado, sobre una tarima de 40 centímetros y sin realizar sonidos ni movimientos, entre otros aspectos.
«A mí, me gusta evolucionar, hacer gags, no soy una estatua, soy un mimo y la nueva reglamentación va en contra de lo que busco cada día como artista, si me sometiera a esto sería infeliz», añade el argentino, que lleva 3 años actuando en la céntrica calle. Como muchas de las estatuas que se han quedado ahora sin su trabajo, Gracilazo viajará por distintos pueblos y fiestas de España. «Encontré la solución económica actuando en Fallas, San Fermines y distintas ferias y llego a ganar 320 euros en un día», detalla.
Josep Cardona llega cada día cuando se pone el sol y tras una hora de maquillaje, se convierte en Cristóbal Colón. Aunque hizo teatro desde pequeño, es diseñador de interiores y su vocación es la de cuentacuentos, pero lleva seis meses actuando en el paseo. Él ha sido uno de los artistas afortunados seleccionados. «Hay horas en la que somos demasiados, hay poca solidaridad y peleas, y algo se debía de hacer», afirma. «Con el concurso, el Ayuntamiento ha querido hacer una selección, dar calidad y variedad», añade.
«Valoran más la teoría que la práctica», critica José Luis, un dominicano que hace de pistolero desde 2005. «Ahora tendré que buscarme la vida, pero no dejaré de trabajar en lo que soy: un artista», afirma. Para ellos, el arte se lleva dentro y no lo demuestra un papel, sino la respuesta diaria de su público. Día tras día, con frío o asfixiante calor, se convierten en la esencia de las Ramblas, cada vez más huerfana de sus artistas.