Historia

Estreno teatral

E-mails y mentiras por Lucas Haurie

La Razón
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La canónica trilogía de la intriga fijada por Steven Soderbergh en su clásica «Sexo, mentiras y cintas de video» ha sido reducida por la mojigatería y la revolución tecnológica. Persisten las trolas porque el ser humano tiene una irreprimible tendencia a la mendacidad pero los viejos casetes VHS han sido sustituidos por archivos adjuntos y de la actividad pélvica, en la vida pública, no se habla por miedo a la censura progre o meapilas, que habitan en las antípodas ideológicas pero comparten idéntico hedor a pipí de gato. El capítulo final del Partido Andalucista ha sido el justo epílogo a la trayectoria patética iniciada con el desalojo de Soledad Becerril de la Alcaldía pese a su victoria en las elecciones de 1999. Los testaferros de Rojas-Marcos resucitaron a Monteseirín a cambio de poder practicar ese urbanismo bajo sospecha que luego le afearon sus socios (Roma no paga a traidores) y la deriva hacia la marginalidad desde entonces ha sido imparable. Nada sorprendente, excepto su afán por permanecer indignos hasta el mismo momento de la expiración, sin siquiera un arrebato de grandeza frente al pelotón de fusilamiento, como todo héroe nacionalista que se precie. Omitimos nombres por caridad cristiana y por amistad pero, desde luego, no se merecen otra cosa.