Roma
Vacaciones de ida y vuelta
Lo que se antojaba una tormenta de verano se ha convertido en casi huracán que ha amenazado con asolar financieramente todo lo que se ponga a su alcance. Bolsas, mercados y primas de riesgo nos han obligado a estudiar un cursillo rápido para desentrañar lo que se escondía detrás de las catastróficas noticias económicas. «¿Nos van a rescatar?», era la pregunta que unos y otros se hacían con gestos harto preocupado.
Los titulares de agosto están siendo económicos; las peores noticias, también. Si a ello unimos los violentos disturbios que se han vivido en Londres y en algunas de las principales ciudades de Gran Bretaña, el resultado es un verano nada placentero y un punto extraño que ha obligado a los principales responsables políticos de Europa a hacer las maletas y regresar a sus cuarteles generales. Para José Luis Rodríguez Zapatero y Silvio Berlusconi no había otra opción posible. El presidente español hacía un alto en su descanso de Doñana, que había inaugurado el 2 de agosto, para regresar a Moncloa, aunque el fin de semana pusiera de nuevo rumbo al sur hacia el palacio de las Marismillas, donde descansan su esposa y sus dos hijas. Al líder italiano le ocurrió casi lo mismo, pues ante la que se avecinaba decidió regresar de su retiro en Villa Certosa en Cerdeña para volver a Roma y agarrar el toro de la crisis por los cuernos. Allí Berlusconi se relaja junto a sus hijos y nietos, como le vimos hacer el año pasado, aunque este mes de agosto aún tendrá que esperar para que podamos ver la veraniega imagen.
Sarkozy se rasura
«Cuando las barbas del vecino veas pelar, echa las tuyas a remojar», podría ser lo que pensó Nicolas Sarkozy al ver la que estaba cayendo en Europa, y por ello decidió poner fin al descanso agosteño. El presidente galo había lucido figura subido en una bici y a golpe de pedal se le vio por las carreteras de Cap Negre mientras departía con los lugareños. Su forma física era buena y lucía barba de algunos días. Sarkozy aparcó bici, casco y espinilleras, se rasuró, se calzó el traje de las reuniones urgentes y puso rumbo al Elíseo para atender junto a los miembros de su gabinete los problemas del país. Menos mal que en julio tuvo unos días de asueto junto a su embarazada esposa Carla Bruni en Cap Negre.
Quien también ha vuelto a la carrera es David Cameron. Al primer ministro británico las revueltas le han obligado a dar por terminadas las vacaciones en Villa Petrolo, la residencia con piscina y pista de tenis de la Toscana en la que se ha alojado y que cuesta 11.000 euros a las semana. Los Cameron la compartían con otras dos familias, por lo que el precio final para el primer ministro ascendía a unos 6.600 por sus dos semanas de estancia. Lo que no sabemos es cuánto tendrá finalmente que desembolsar debido a la precipitada partida.
Aunque suponen algo claramente positivo para la estabilidad política a nivel mundial, todos estos apresurados regresos quizá tengan contrapartidas, como aseguran los expertos: primero para los propios políticos, que tras un año de trabajo y estrés, se ven ahora privados de su tiempo de descanso. Y segundo, para los ciudadanos, que tendrán que soportar líderes cansados y ojerosos que quizá no estén del todo avispados con estas altas temperaturas.
¿Mojarse o no mojarse?
Sin embargo, según afirma el doctor Luis de Rivera, director del Instituto de Psicoterapia e Investigación Psicosomática de Madrid, es tranquilizador ver que los políticos, en tiempos de crisis, vuelven a sus despachos y parecen preocupados: «Que sean capaces de regresar a sus puestos laborales en mitad de agosto indica que se lo toman en serio, que no lo hacen solamente por obligación –porque necesiten el sueldo o lo estipule su contrato–, sino que se responsabilizan y se hacen cargo de la situación que vive el país. Es importante que los ciudadanos perciban que los políticos se implican y toman los problemas del Estado en consideración», continúa de Rivera, quien afirma que también existe una sensación de «morbosa satisfacción» en ver que ellos también renuncian a algo: «Es una especie de castigo. Tienen que pagar, ocuparse de la crisis y renunciar a sus vacaciones porque por ello les hemos elegido».
A pesar de todo, los expertos coinciden en que es importante que los políticos tengan su tiempo de desconexión. Sin embargo, «en situaciones complicadas es cuando más atención hay que prestarle al trabajo. No hay que olvidar nunca, y ellos tampoco deben hacerlo, que un político lo es las 24 horas del día. Es importante desconectar, pero olvidar aunque el político esté de vacaciones, no deja de representarnos», opina Ayram Pérez González, consultor político y director de Madrypro España.
Cuando los políticos están fuera de su despacho puede producirse una «sensación de abandono» en la sociedad, en palabras de Luis de Rivera. Y aunque David Cameron dijo que no había vuelto antes de sus vacaciones «para no dar muestras de histeria» ante la situación que se vive en Reino Unido, lo cierto es que según una encuesta de ComRes para el diario británico «The Independent», un 54 por ciento afirma que el primer ministro británico actuó con dilación en el control de la situación tras el recrudecimiento de la violencia callejera. Y es que si los disturbios empezaban el sábado, el inquilino de Downing Street apareció el lunes, momento de mayor tensión.
«Que un político regrese antes de sus vacaciones también podría indicar que ha dejado muchas cosas por hacer y que tiene sobre la mesa asuntos pendientes, temas que no estaban solucionados, aunque sea de manera temporal», apunta Ayram Pérez. Ésta es la otra cara de la moneda.
El autónomo
Luis de Rivera afirma que es algo que tradicionalmente se aplica a los trabajadores por cuenta ajena (las vacaciones son un invento moderno), por lo que habría que discutir si un político trabaja como funcionario –empleado del Estado– o por el contrario es un «autoempleado», un autónomo. «Si es un empleado, por supuesto que tiene derecho a vacaciones, aunque no lo estipule ningún convenio laboral. Sin embargo, determinados organismos como la Policía o el Ejército pueden requerir a sus empleados en situaciones de urgencia o necesidad», afirma De Rivera. Aunque no es muy probable –ni muy frecuente tampoco–, puede ser que los políticos desarrollen una «adicción» al trabajo. El hecho de que su empleo sea a la vez una forma de vida puede convertirles en «workaholics», problema que afecta a más del 20 por ciento de la población activa mundial. Para superar esta obsesión, en muchas ocasiones las vacaciones han de ser impuestas.
Para los expertos, otro de los problemas que se plantea en este tipo de situaciones es si el gobernante deja en su lugar a un segundo con capacidad de decisión, que pueda enfrentarse a los problemas y hacerles frente, aunque se mantenga informado al mandatario de lo que sucede; así como la capacidad de saber delegar en personas de confianza.
Y Salgado, a pie de playa
Mientras la tempestad económica se ceba con España (aunque la prima de riesgo nos de un leve respiro), Elena Salgado, vicepresidenta y ministra de Economía, se refresca en las playas de San Vicente de la Barquera, en plena cornisa cantábrica. Aprovechó el buen día de sol y recorrió la orilla enfundada en un bañador negro y sin separarse del móvil, que agarraba fuertemente en una mano.
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