Deportes

Marta

La Razón
La RazónLa Razón

He observado con paciencia la evolución de los acontecimientos en los que alguien envolvió a Marta Domínguez. Acusar a un deportista de dopaje, denigra hasta el límite máximo. Acusarlo de tráfico de sustancias prohibidas reduce su dignidad a la nada. Cuando eres un tramposo o un traficante profesional, esas imputaciones no pueden molestar, pero cuando se ejerce la honestidad y se llena la vida de sacrificio para conseguir metas llenas de dignidad, la calumnia no tiene reparación posible. Ese daño no puede resarcirse con nada. Ahora, la justicia dice que es inocente. Ni consumió ni traficó. Alguien ha manchado el nombre de Marta, a la que todos hemos considerado siempre una atleta ejemplar. Cuando el juicio de los telediarios saca imágenes de tu casa, muestra bolsas de sangre que no son tuyas, informa de tus graves delitos, no considera la posibilidad de la inocencia. No sería noticia. Con anteponer la palabra presunto, cuestión liquidada. Estoy de acuerdo con la máxima: «Con el dopaje, tolerancia cero». Con las acusaciones falsas, con el descrédito sobre personas honradas, también. En el caso de Marta, algunos deben pedir perdón y limpiar el buen nombre que han querido destruir, bien por error o mala intención. Mi compañero Julián Redondo levantó la bandera de Marta desde el primer día. Hace meses que me dijo que era inocente. Le creí. Sin embargo, ¿cuántos creyeron las acusaciones de los telediarios? Algo falla en nuestra democracia cuando un inocente es presentado ante la sociedad como un delincuente y no pasa nada. Reflexionemos sobre la instrumentalización de la Justicia y de los medios de comunicación.
 
gaspar.rosety@hotmail.com