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Todas las facturas por Iñaki Ezkerra

La Razón
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Que el juicio a Camps ya vaya por las 22 sesiones y que amenace con convertirse en el más largo de la historia de la democracia es algo que sirve para recordarnos dos grandes asignaturas pendientes que tiene España. Una es la despolitización y el desatascamiento de una Justicia con la que Ruiz-Gallardón tendrá que hacer algo similar a lo que ha hecho con Madrid: ponerla patas arriba y coserla a túneles para que entre por ellos la velocidad y la luz del Estado de Derecho. La otra asignatura es el desmantelamiento de una corrupción orgánica de la sociedad española que merece un tratamiento de envergadura y bastante más serio, más profundo y menos ridículo que ese eterno juicio sumarísimo de Nuremberg al guardarropa del ex presidente de la Generalitat valenciana. Una cosa es denunciar la corrupción y otra sumirnos en un culebrón hecho de salsa rosa. En un país en el que se estima que la economía sumergida representa el 25% de su PIB y que, gracias a ese fraude, el déficit recaudatorio de la Agencia Tributaria es de 80.000 millones, hay que hablar de corrupción estructural y no de un mal que sólo atañe a los políticos. Si los ciudadanos que mueven toda esa pasta gansa en la oscuridad mostraran sus verdaderas facturas de un solo año, se acabaría nuestro déficit aunque luego volvieran a seguir defraudando a Hacienda. En vez de perseguirse ese objetivo y acabar con esa insolidaridad, que es sangrante en tiempo de crisis, es ya un tópico del debate político afirmar que «la situación económica española aguanta gracias al dinero negro». Vale. Sigamos hablando de las facturas de los trajes de Camps.