Londres

Cameron ofrece una gran alianza a Clegg

Brown da tiempo a los «tories» y a los liberales para el acuerdo, pero permanece vigilante por si fracasan 

Cameron tiende la mano a Clegg
Cameron tiende la mano a Clegglarazon

El conservador David Cameron tendió ayer la mano a los liberal demócratas para gobernar Reino Unido. Su destino decía que ayer debía haberse trasladado a Downing Street posando feliz con su familia al haberse convertido en el primer ministro más joven desde el siglo XIX.

 

Pero el panorama fue muy distinto. Tras una larga noche en vela, el líder «tory» tuvo que ofrecer pactos a formaciones con las que siempre se había mostrado reacio al no conseguir la mayoría absoluta. Ni el deterioro de trece años de laborismo ni la recesión más larga desde que existen registros ni la impopularidad del «premier» hicieron posible lo que hace meses se daba por hecho.

 

El dirigente conservador consiguió más votos y más escaños de los que Margaret Thatcher obtuvo en 1979 y por eso Nick Clegg le dio prioridad para sentarse en la mesa de negociaciones. El efecto del tercer hombre prometía resultados históricos para los suyos, pero finalmente cosechó menos asientos que en 2005.

 

Cameron aceptó su invitación, pero sus planes no contemplan precisamente una coalición liberal. Lo que el etoniano brindó ayer a los liberaldemócratas fue una «gran oferta abierta» para colaborar por el interés nacional, un término lo suficientemente ambiguo para demostrar que lo que él quiere es gobernar en minoría.

 

Para lo único que el líder «tory» necesitaba ayer a Clegg era para evitar que éstos se fueran con el Partido Laborista, pero a la larga no los ve en su camino. Y prueba de ello es que dejó claro que no estaba por la labor de reformar inmediatamente el sistema electoral que el jueves, más que nunca, demostró que perjudica gravemente a la tercera fuerza. Ésta siempre había sido la condición de Nick Clegg para posibles acuerdos, pero lo único que les ofreció ayer el conservador fue una comisión parlamentaria para estudiar el asunto en el futuro.

 

Y a esto es a lo que se agarra Gordon Brown como clavo ardiendo. El todavía primer ministro laborista dio ayer a las dos formaciones el tiempo que fuera necesario para que evaluaran sus posibilidades. Pero recalcó que seguía siendo el «premier» y el líder del partido callando así los rumores de una posible dimisión.

 

Aunque es posible que el escocés termine presentando su renuncia a la reina Isabel II, a priori parece dispuesto a agotar todos los cartuchos que aún le quedan. En caso de «hung parliament» –situación que Reino Unido no vivía desde 1974–, las normas no escritas dictan que el «premier» vigente es el primero que tiene derecho a formar gobierno. Y Brown se lo ha tomado al pie de la letra.

 

Aunque conservadores y liberales comparten algunos puntos de vista, sus políticas en defensa, política europea e inmigración no pueden ser más opuestas. Por lo que el primer ministro laborista todavía guarda esperanzas de que Nick Clegg pueda llamar a su puerta, que, de momento, es la del Número 10. Para hacerle el camino más fácil le recordó que él sí está dispuesto a convocar un referéndum para introducir un sistema más proporcional.

 

Las negociaciones entre Cameron y Clegg comenzaron anoche con una conversación telefónica, y lo más probable es que terminen en algún punto que permita al líder «tory» trasladarse en los próximos días a Downing Street. Pero tan sólo será el comienzo de un futuro incierto.

 

Si el etoniano consigue pasar la prueba del discurso de la Reina y los presupuestos, con un gobierno tan débil no se descartan nuevos comicios en uno o dos años. Y para entonces puede que el dirigente conservador no sea ya un primer ministro querido.

 

El país padece un agujero presupuestario sin precedentes de 163.000 millones de libras –el 11,6 por ciento del PIB– y si se hace con el poder ha prometido recortes inmediatos de 6.000 millones de libras. Será la primera de una lista de medidas impopulares que harán falta para atajar el déficit. Si se llamara a las urnas en tal escenario, el líder conservador se enfrentaría de nuevo al problema de no conseguir mayoría absoluta.

 

Las próximas horas, por tanto, serán claves para vislumbrar hacia dónde se dirige el país. Con sus papeletas los británicos pidieron el jueves un cambio, pero no se sabe aún muy bien para qué.

 

El trasvase de votos fue irregular y a lo largo de la noche hubo más de una sorpresa. La más significativa, en Irlanda del Norte, donde el ministro principal, Peter Robinson, perdió su escaño por el DUP ante la alcaldesa de Belfast, Naomi Long, del multiconfesional Partido de la Alianza. El escándalo de Misses Robinson con un menor de edad podría haberle pasado factura.