Moda

La nueva colección de Dior no la diseña ningún famoso por Jesús MARIÑAS

París vive expectante ante la nueva colección que Dior, o al menos sus herederos, presentarán mañana en un Museo Rodin de reducida concurrencia: en vez de los 600 invitados habituales no llegarán a 400.

Las colecciones de Galliano eran puro espectáculo
Las colecciones de Galliano eran puro espectáculolarazon

Bajas que obligan a cortar cabezas como en una nueva revolución acaso en ciernes. Hay morbo, curiosidad, miedo, recelos y presentimiento de que alguien resulte imprescindible al casi inaugurar Dior las ya desleídas jornadas dedicadas a la alta costura. Se mantenían con Lagerfeld y Galliano pese a la incorporaciones de Eli Saab o el Zuhair Murant que en la última fiesta revistió a Pilar Rubio como una ceñida Cleopatra decó rebosante de lentejuelas. El modelo resultó inapropiado para la cita en el ex Matadero donde algunos se sintieron corderos acribillados por el estruendo de Alaska. Fue un pésimo remate a una noche jolgoriosa.
Pero a lo que iba. Habrá que ver qué pasará con «lo último de Dior», montado, ideado y cosido sin la dirección de un genio como en los 60 fuese Yves Saint Laurent, entonces discípulo de quien creó el «new look» estilizador, mientras Marc Bohan más que inventar, siguió patrones de línea luego enriquecida por Giafranco Ferré antes de independizarse. Galliano fue un renovador como Balenciaga o Lacroix. Sus citas siempre rebosaban ingenio, humor y fantasía provocadora. Exhumó el Egipto faraónico, los coloridos peruanos, la China ancestral de mandarines o el Shaigon bélico con sus «femmes fatal». Oriente le fascinaba, sin olvidar sus raíces españolas, hijo casi de La Línea, muy influido por las batas de cola, lunares y volantes sin llegar al rendimiento tan bien tratado por Chirstian Lacroix que llegó a diseñar un traje de luces para Chamaco Junior.
¿Qué será será? Cavilan ante la incertidumbre mantenida en secreto, mientras el nombre de Galliano resurge porque acaba de sentarse en los juzgados y supone triste actualidad de quien deja un hueco irrellenable. Es un golpe de gracia rematador de los que en tiempos mejores agrupó a veinte firmas, incluyendo al Valentino más deslumbrante o a un Versace sin la repetición actual de una Donatella no muy inspirada. Añoranza de aquellas colecciones con predominio de blanco y negro o el acierto de los imperdibles como adorno de lujo, cuando Carmen Martínez Bordiú y Elena de Borbón Barucci, un encanto esposado a Michu Garrigues Walker, competían en atender y cumplir en aquellas tardes del Ritz de Vándome. Su piscina lo mismo juntaba a Claudia Cardinale con Valentina Cortese que a Elton John con Bon Jovi. Era espectáculo seguido en vivo por un Al Fayed, propietario de hotel, que no dejaba de contarme sus teorías sobre la conspiración del asesinato de Lady Di. Me quedo con el qué será, será, de lo nuevo preparado por Dior. Costará superar el precedente.