Reino Unido
El modelo sindical en crisis
El sindicalismo en España ha perdido todo su músculo como lo demuestra el hecho de ostentar las cifras de afiliación real más bajas de Europa –afilian a poco más del 10% de los asalariados–
Sus ideas «obsoletas», su modelo ideologizado y nada pragmático como señalan algunos expertos y su mala organización por cuanto excluyen a sectores importantes de la estructura de producción en España definen el modelo sindical española. El hecho de que su financiación corra a costa del Estado español les convierte además en sindicatos «politizados» y «mendicantes».
Muchos sindicalistas sueñan con el modelo sueco, donde el 71% de los asalariados son sindicalistas, o con el belga, donde gozan de una afiliación del 52%. En algunos sectores profesionales, un sindicato belga paga a sus miembros una prima por nacimiento, matrimonio o jubilación, mientras que otros se benefician de descuentos en las estaciones de servicios. En Italia los sindicatos se financian con el 0,226% del sueldo de los trabajadores sindicados. Los afiliados a algún sindicato en el país transalpino ascienden a 11,7 millones, de los cuales el 49% son pensionistas y el resto son trabajadores no pensionistas.
En Reino Unido, los sindicatos gozan en cambio de mucho poder. Representan a todos los sectores y las huelgas que proponen son ampliamente seguidas por los trabajadores. Su peor época se vivió con el Gobierno de Margaret Thatcher, quien se propuso reducir su influencia y no aceptó reunirse con ellos en muchas ocasiones. Bajo el mandato de la «Dama de hierro», muchos de ellos declararon paros que, por lo general, no consiguieron su propósito. Según un documental de la BBC, Thatcher probablemente destruyó su autoridad casi durante una generación. Sin embargo, con el Laborismo volvieron a recuperarla. Los sindicatos juegan un papel crucial en el partido que en su día dirigió Tony Blair. Es tanta su influencia que votan incluso cuando hay que elegir nuevo líder. Las papeletas de los miembros de los sindicatos cuentan un tercio en la decisión final.
Bélgica es uno de los pocos países europeos donde el número de afiliados no desciende. De hecho, el porcentaje de sindicalista es uno de los más altos de Europa. El músculo y la importancia de los sindicatos quedan reflejados además en que forman parte de los cuerpos de gestión del sistema de la seguridad social. En este país son tres los sindicatos que se reparten la lucha de los trabajadores. El mayoritario es la confederación de inspiración cristiana con alrededor de 1.700.000 afiliados, seguida de la de base socialista, con en torno al millón de socios y finalmente la liberal, con 240.000 miembros.
La opacidad gala
En Francia los sindicatos, tradicionalmente potentes, cuentan sin embargo con un nivel de afiliación de los más bajos entre los grandes países industrializados de su entorno. Actualmente se estima que sólo un 8% de los trabajadores estaría sindicado, esto es, 1.845.000 asalariados, muy lejos del 30% que llegó a alcanzar en 1945. Desde entonces, ha ido progresivamente disminuyendo. Con un 15%, la sindicación es más importante entre los funcionarios que en el sector privado (5%) o en las pequeñas y medianas empresas, donde apenas llegaría al 3,5%. Si no hay cifras oficiales es porque existe una gran opacidad en torno al funcionamiento de las organizaciones sindicales francesas, el número de adherentes y sobre todo las vías de financiación, algo que quiere cambiar Nicolas Sarkozy.
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