Cataluña

Casas

La Razón
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Señora Casas, doña Emilia, presidenta del Tribunal Constitucional, es decir, del Tribunal que ha de velar por el cumplimiento de la Constitución. Se está convirtiendo usted, señora Casas, en una presidenta anticonstitucional del Tribunal Constitucional. Ese desvarío, esa barbaridad, sólo es posible en España. Señora Casas, doña Emilia. Usted se mueve mejor en la militancia que en la independencia. Nunca ha disimulado ni disfrazado sus preferencias políticas. Usted es de Zapatero. Prueba de ello es que personas influyentes del Gobierno de España se han atrevido a regañarle en público y severamente. Todos recordamos la escena del chorreo que le propinó María Teresa Fernández de la Vega, que no se escondió para hacerlo, mientras esperaban la llegada de los Reyes al desfile militar del Día de la Hispanidad. Utilizando el lenguaje de los soldados, que una vicepresidenta del Gobierno ponga «firme» a la presidenta del Tribunal Constitucional, es tan extravagante como ver a un coronel, que públicamente, amonesta a un general. Y lo que es peor, que el general se traga la amonestación con gesto sumiso y expresión de subalterno. El lío del Estatuto es consecuencia de la infinita frivolidad y necedad de Zapatero. Él ha sido quien ha abierto la grieta en el muro de España. El muro está herido, pero no derribado. Para que esto suceda, es necesario su golpe definitivo. El que usted pretende dar a la Constitución que ha jurado o prometido defender. No se entiende bien cómo ha llegado usted a la presidencia del Constitucional. El que le escribe, ciudadano de a pie de España, nada ha tenido que ver en su nombramiento. Es más; cuarenta millones de españoles no hemos tenido nada que ver en su nombramiento. Usted, cuyo poder es consecuencia de una añagaza política, no nos representa. Y menos aún, cuando lo que usted pretende es aprobar un estatuto autonómico soberanista, reconocer a Cataluña como una nación, cuando la Constitución de 1978 sólo admite la Nación Española. Que una señora que no se sabe por qué ha llegado hasta no se sabe dónde por no se sabe qué componendas y pactos, se proponga derribar el edificio de la Constitución –después del muro caerá todo lo demás–, se me antoja tan injusto como vergonzoso. Nos quieren agrietar nuestra casa, nuestro suelo, nuestro amor compartido, unos señores puestos ahí que nadie nos ha consultado para que estén ahí, presididos por una señora que también está ahí sin que nos lo hayan explicado bien y que además tiene un voto de doble valor que el resto de sus compañeros. Y no se trata de sentenciar, sin recurso posible, una expropiación, una apropiación indebida o una estafa. Se trata de arrebatarnos a los españoles lo que nos pertenece a todos los españoles con carácter irrevocable. Espero que medite y se vaya con anterioridad a la culminación de su despropósito. Carezco de lenguaje jurídico. Me sobra con el habla de la calle para recordarle que será usted la primera víctima de su perversión anticonstitucional. No soportará la carga de su conciencia, señora Casas, doña Emilia, presidenta del Tribunal Constitucional que pugna por humillar a nuestra Constitución. Váyase, y perdónese a sí misma.