París
El Circo del Sol toca el cielo
El montaje, de inspiración felliniana, llega en abril a Madrid
Fuera golpean los once bajo cero del termómetro. Viena parece a las siete de la tarde una ciudad ralentizada, a medio gas. Sin gorro, bufanda y guantes, estás vendido. Pero cerca de la estación de Erdberg, a sólo seis paradas de metro de la céntrica Stephanplatz, algo se cocina: el puchero es una gigantesca tienda, el «gran chapiteau», que se yergue en mitad de la «nada» y que dibuja un descampado; el guiso es un mundo mágico llamado «Corteo», pensado para hacer entrar en calor al más árido de los vieneses. O de los madrileños. Porque el más mediterráneo de los montajes del Cirque du Soleil está a las puertas de Madrid. La capital austriaca ha sido el sitio elegido para el estreno en Europa de esta producción de 2005 que se había visto en Canadá, EE UU, Japón y Rusia, pero que hasta ahora se había resistido al viejo continente. El 5 de abril llegará a Madrid. Luego esperan Valencia, Alicante, Sevilla... y París. España es una buena plaza para el Cirque, ellos lo saben.
Atrevida paradoja
Aunque hay que advertirlo: se trata del espectáculo mas atípico de la gran compañía canadiense, al menos de los vistos hasta la fecha en España. Poco que ver con «Dralion», «Saltimbanco» o «Quidam». Algo, acaso, con «Alegría», pero sólo en su espíritu festivo. Y eso que se alimenta de una atrevida paradoja: «Corteo» nace de la muerte. De una visión, eso sí, alegre y desinhibida del rito funerario. En escena, el personaje de Mauro Mozzani, veterano clown italiano, se está muriendo, y el público asiste asombrado a sus últimos minutos: la despedida de los amigos, los llantos... Y luego, la ascensión al cielo, entre ángeles y bicicletas voladoras, la fanfarria funeraria y la colorida fiesta pagana, todo ello con un guión y una estética casi «fellinianos» que revelan una de las claves del montaje: su director. Se llama Daniele Finzi Pasca, y es un viejo conocido de la escena española y del Cirque du Soleil. Su pasión por las esencias mediterráneas transforma el escenario por momentos en una parranda verbenera que recuerda a las fiestas de pueblo, mientras que en otro nos lleva a viejas cintas neorrealistas.
Estamos en el circo, claro, y los números se suceden: malabares con bolos, dúos acrobáticos, barra horizontal, correas, trapecistas, clowns, contorsionistas... Pero en todos prevalece el toque «Soleil», con música y canciones para la ocasión. Y en todos se impone la imaginación de Finzi Pasca, que convierte trapecios en lámparas de araña y camas elásticas en viejos somieres de mansión decimonónica, y que mete a Shakespeare en un teatrillo de marionetas de tamaño natural, donde se declaran su amor los liliputienses Valentina y Gregory. Un derroche de alegría que contagiará a la ciudad que se deje llevar por su optimismo.
Enorme producción
Todo son grandes cifras en el Circo del Sol: en «Corteo», que han visto ya cinco millones de espectadores, viajan 165 personas de 28 países diferentes. En cada ciudad contratan entre cien y ciento cuarenta empleados. Junto a los acróbatas y clowns trabajan un ejército de técnicos y todo tipo de oficios. «Corteo» es, además, uno de los shows más caros y es que técnicamente sobrepasa a otras propuestas: unos enormes raíles recorren la bóveda para elevar a los artistas, y un largo túnel, recorre los bajos de la carpa.
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