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Joseph Kony por Ángel Valle

Joseph Kony por Ángel Valle
Joseph Kony por Ángel Vallelarazon

Un vídeo en YouTube. Tan sencillo como eso. Un vídeo en YouTube denunciando al sanguinario Joseph Kony que ha sido visto ya, en apenas unos días, más de 65 millones de veces. Un vídeo en YouTube que ha puesto a este cruel líder guerrillero, que ha convertido a miles de niños en soldados y niñas en esclavas sexuales, en el ojo del huracán. Una ONG ha sido la autora de este documento-denuncia de media hora de duración que ha conseguido movilizar a medio mundo contra este tipo, que ha logrado que los gobiernos se vean obligados, al menos, a dar una respuesta, a dar explicaciones.

Sí, ha recibido un aluvión de críticas, entre ellas muchas de periodistas y medios de comunicación. Que si es efectista y sensiblero, que si es maniqueo y poco menos que «televangelizador», que si responde a una visión «blanca» y occidental del mundo, que si la ONG que ha realizado el vídeo, Invisible Children, no es trigo limpio y tiene mucho que ocultar… No seré yo quien juzgue la campaña ni valore si las críticas son ciertas o no –probablemente todas tengan parte de verdad–, pero ¿qué medio de comunicación no hubiera firmado que un reportaje suyo tuviera una repercusión tal?, ¿qué periodista no hubiera deseado que su trabajo fuese capaz de remover tantos millones de conciencias en el mundo? ¿No será que lo que nos molesta es que haya venido alguien «de fuera», alguien ajeno a los medios a poner el dedo en la llaga mientras los informadores profesionales sesteamos en la autocomplacencia olvidando de un día para otro las guerras que ya no son noticia.

Nos olvidamos de Uganda, del Congo, de Liberia o de Sierra Leona como en apenas un año nos hemos olvidado de Túnez, Egipto e incluso Libia. Como nos olvidaremos de Siria cuando todo acabe. Apenas si nos acordamos ya de Yemen y Haití es un recuerdo lejano tras el terremoto, como lo es la Indonesia del tsunami que se llevó por delante cientos de miles de vidas, los mineros chilenos, los chechenos, Georgia o los mismos bosnios, en el corazón de Europa y a un par de horas de vuelo de nuestros hogares.

Que una ONG, por oportunismo o no, haya grabado un vídeo en el que nos recuerda que hay un tipo que ha llevado a la muerte a miles de niños y que sigue, no sólo en libertad, sino viviendo tranquilamente en el corazón de África, debería hacernos pensar en el interruptor que remueve nuestras conciencias, como ciudadanos y como periodistas. Debería hacernos recordar lo rápido que olvidamos las tragedias, que las usamos como materia informativa de usar y tirar, pero que el hecho de que abandonen las páginas de internacional no significa que los conflictos se hayan solucionado ni que los problemas se hayan resuelto. Lo curioso es que, pasados a otra guerra, la anterior parece incluso molestarnos. Cualquier recuerdo ahora de lo que se sigue viviendo en Egipto o Libia, conflictos ya gastados, nos descoloca y nos hace desviar a regañadientes el foco de la noticia.

La página web chilena www.puroperiodismo.com recogía la pasada semana las distintas críticas que, desde numerosos medios occidentales se hacían a la campaña de Invisible Children. «The Guardian», «The Washington Post» o «The New York Times» son sólo algunos de los periódicos que han demonizado la campaña. Sin embargo, no es menos cierto que casi todos los medios se han hecho eco de la noticia, de modo que sí que ha servido para recordarnos que ese tipo sigue ahí. ¿Misión cumplida? Lo ideal es que el objetivo sea su captura pero, sin duda, han logrado su propósito.