Nueva York

El mito trágico de Raquel Meller (1888-1962)

Es frecuente en la historia de España que entre las capas más sencillas y menos ilustradas del pueblo sobresalga la figura de un genio dotado de una raza especial, de unas cualidades y de una inteligencia innata que le lleva a emerger y alcanzar las cimas más altas del arte en cualquiera de sus manifestaciones.Dónde: Biblioteca Nacional. Sala de las Musas.Cuándo: hasta el 30 de septiembre de 2012. Horario: De martes a sábado de 10 a 21 horas, el domingo de 10 a 14 horas, Ciclo de conferencias: 5 de julio a las 18.30 / 13 septiembre a las 18.30.Proyección: «Carmen», el 19 de septiembre

El mito trágico de Raquel Meller (1888-1962)
El mito trágico de Raquel Meller (1888-1962)larazon

La historia de Raquel Meller es la de uno de esos genios españoles de personalidad arrebatadora surgidos del pueblo y convertido en mito, una artista que marcó una época y, posiblemente, la intérprete española más notable y reconocida en el mundo en los albores del siglo XX. Coincidiendo con los 50 años su fallecimiento, la Biblioteca Nacional acoge la exposición "El mito trágico de Raquel Meller (1888-1962)". Presenta una síntesis de su vida y de su arte, pero también el duro tránsito para ella que fue pasar desde la apoteosis del triunfo a la decadencia y el olvido. Sus discos, sus grabaciones para el gramófono -entre 1912 y 1946 y que pueden escucharse en auriculares-, partituras, libros, fotografías, postales, ilustraciones, caricaturas, artículos de revistas, periódicos y un magnífico retrato de Joaquín Sorolla de 1918. En paralelo se han convocado un ciclo de conferencias que estudian su vida, su estilo interpretativo y su aportación a la canción y la música popular. Una muestra del arte de una de las más grandes artistas españolas de todos los tiempos y las luces y sombras de una vida singular.

Nacida en Tarazona, debutó en el mundo del espectáculo sobre los escenarios de su ciudad natal. Tras su paso por Barcelona y Madrid, París y América fueron lugares de su triunfo. Fue una creadora intuitiva, sin apenas estudios. Pero artistas e intelectuales supieron ver en su forma de interpretar la luz un arte nuevo, humano y sensible, capaz de transmitir el sentimiento trágico de la vida. Su capacidad de seducción y su manera de hacer suyo aquello que cantaba la convirtieron en estrella en poco tiempo. Una artista de primera magnitud que emocionaba con su manera de cantar y de crear historias impregnada de un dramatismo que encogía el corazón de los espectadores. En eso era única. "La violetera", "El relicario", "La mimosa", la "Flor del mal"…son patrimonio de la canción popular española que ella interpretó como nadie. Empezó su carrera artística tarde. Grabó su primer disco con 24 años. Su gran éxito en París le llegó a los 31 y en Nueva York a los 40. Su mejor periodo musical le vino mayor. Triunfó fuera de España pero nunca renunció a sus orígenes. Se sintió más española que nadie.

Según José Luis Rubio, comisario de la exposición: "Fue cupletista. Empezó con el cuplé, pero lo recreó de forma personal. Cogía las canciones, las ponía en escena, dejaba el cuplé atrás y convertía cada tema en una vivencia artística que trastornaba a la gente, la dejaba con la boca abierta. Su voz, frágil pero nítida, su dicción perfecta y su naturalidad expresiva, establecieron con el público ese raro hipnotismo, esa comunicación espiritual que sólo han logrado unos pocos intérpretes: Carlos Gardel, María Callas, Edith Piaf o Frank Sinatra". En palabras de Cansinos-Assens: "Dramatizó la canción popular dotándola de complejidad y plenitud literaria. Hizo de ella un poema dramático, lo caldeó con la plástica de una seria escultura femenina...Hasta ahora había tenido travesura, picardía; Raquel lo dotó de alma profunda y grave"(Revista "Cosmópolis"en 1919).

También fue actriz. Hizo pocas películas, -"Carmen", "Violetas imperiales…"- y todas mudas menos una. Para el comisario, "fue una mujer muy solitaria. Cautivadora y arisca, genial e insoportable, la quintaesencia del temperamento español. Era el colmo del individualismo, no se casaba con nadie y el trato con ella se hacía muy difícil". Su vida personal estuvo marcada por el amor fallido y por una enfermedad coronaria. Sus dos matrimonios fueron sendos fracasos. El primero, de conveniencia, con el escritor y diplomático guatemalteco Enrique Gómez Carrillo -apenas duró cuatro años-. El segundo con el empresario francés Demon Sayac y tampoco salió bien. "Nunca tuvo una relación sentimental sólida.

Tras la Guerra Civil regresó a España. Las modas cambian, salen nuevos artistas y ella pasa a un segundo plano. Desde ese momento, Raquel tuvo que sobrevivir a su propia leyenda en un mundo que le resultaba ajeno, rodeada de amargura y soledad, con pocos amigos y menos apariciones públicas. "La decadencia –prosigue Rubio- le afectó mucho. Debió de sufrir muchísimo porque no veía salida. Al final se encerró en su piso de Barcelona, salía muy poco, veía a poca gente. En las entrevistas tiraba balones fuera, contestaba con ambigüedades, con generalidades y nunca se descubría ante los demás". Y concluye: "Para mí, Raquel Meller es un enigma personal a pesar de haberla estudiado mucho". Murió el 26 de julio de 1962 en Barcelona en el Hospital de la Cruz Roja olvidada de todos.

CINE
En el cine español, ávido de rostros populares, dio su primer paso con "Los arlequines de seda y oro"(1919), de Ricardo de Baños. Fue distribuida en el extranjero con el título "La gitana blanca". Se trasladó a París y participó en películas como "La rosa de Flandes"(1922) y "Violetas imperiales"(1924), ambas de Henry Roussel o "Carmen"(1926), de Jacques Feyder, entre otras. En Hollywood rodó varios cortometrajes con canciones. Con el cine sonoro sólo intervino una nueva versión de "Violetas imperiales"(1932), con el mismo director.

CHAPLIN
El debut de Raquel Meller en Nueva York tuvo lugar el 14 de abril de 1926. En una de sus 38 actuaciones en el Empire conoció a Charles Chaplin, que le propuso rodar una película juntos. Pero lo que hizo fue quedarse con la copla de "La violetera", que luego usó en "Luces de ciudad". Posteriormente, el maestro Padilla, autor de la pieza, le ganó una demanda en los tribunales.