Pekín
Oscar Pistorius: «Nací con talento y no puedo desperdiciarlo»
Creció sin peroné, le amputaron las piernas, pero hoy va a disputar la final de 4x400 de los Juegos Olímpicos de Londres. Pistorius ha ganado a todas las adversidades. En plena polémica sobre la reforma de la ley del aborto es el mejor ejemplo de superación y lucha
LONDRES- Lo primero que hace James Kirani al cruzar la línea de meta es acercarse hasta Pistorius para pedirle si se pueden cambiar el dorsal. Al ver la imagen en las pantallas de la zona mixta, Kate no puede contener las lágrimas. «Significa mucho para él», dice. La joven no es sólo la jefa de prensa del atleta. Le conoce desde hace siete años y juntos han pasado por la larga batalla –legal y emocional– para que al surafricano le permitieran competir en unos Juegos.
Pistorius no se ha colgado aún ninguna medalla, pero pasará a la historia del atletismo junto con otras leyendas al convertirse en el primer hombre que, teniendo las dos piernas amputadas, corrió en el tartán. Primero participó en los 400 metros –se clasificó para semifinales al quedar segundo, con 45.44 segundos– y ayer repitió hazaña en relevos con su equipo, con el que ha conseguido meterse en la final del hoy. Después de una polémica carrera, el Jurado de Apelación estudió la reclamación surafricana y decidió recalificarlos al considerar que la caída de uno de sus integrantes se debió a la obstrucción del atleta keniata. En los mundiales de Daegu del año pasado fueron plata.
Es cierto que el joven, de 25 años, no es el primer atleta en competir en unos Olímpicos y en unos Paraolímpicos, en los que ha conseguido cuatro medallas de oro. Ya lo hicieron otros, como la nadadora Natalie du Toit. Pero el caso del corredor –que sí es el primero en participar en la pista del estadio– es un ejemplo de superación personal y, sobre todo, constancia. Porque, más que su minusvalía, el mayor obstáculo con el que se ha topado en su carrera han sido las críticas de aquellos que piensan que las palas de fibra de carbono que utiliza como piernas le favorecen.
Michael Johnson, bicampeón olímpico en los 400 metros, señaló que admira a «Blade Runner» (apodo con el que le llaman cariñosamente por sus palas) por tener el coraje de correr contra atletas no deficientes y que, por ese motivo, siempre es difícil dar su opinión sobre el caso. Pero recalcó que, por tener una «ventaja injusta», los deportistas que usan prótesis no deberían disputar competiciones olímpicas.
Pese a la polémica, el Tribunal de Arbitraje Deportivo demostró que estaba en igualdad de condiciones y le autorizó a competir en la cita de Pekín. Entonces, no consiguió la marca mínima, pero tras un duro plan de entrenamiento para llevar al límite su cuerpo ha cumplido su sueño. «Cuando fue seleccionado no quiso celebraciones. Pensó que era lo justo», comenta Kate a LA RAZÓN. Hablar con ella es una odisea. En días normales tiene una media de 30 solicitudes de entrevistas. Durante las olimpiadas, pueden llegar a 250.
«Un atleta más»
Paso con ella toda la tarde y su teléfono no para de sonar. «Yo entiendo la expectación, pero a él le gustaría hablar sólo de las carreras», explica. A pesar de que el surafricano se considere «un atleta más», no lo es. Prueba de ello es que cada vez que sale al tartán, las 80.000 personas que se encuentran en el estadio se levantan a aplaudirle. La sensación es indescriptible. «Es muy humilde y lo que realmente querría es pasar desapercibido», explica. La discreción con la que llevó siempre su minusvalía fue tal que sus compañeros no supieron que no tenía piernas hasta pasados los seis meses. «Era invierno y todos llevaban pantalón largo. Su entrenador sí era consciente, pero nunca tuvo miramientos porque Oscar siempre hacía los mismos ejercicios del resto», matiza.
Con once meses, a Pistorius le amputaron las dos piernas al nacer sin peroné. Aprendió a andar, por tanto, con sus ortopedias. Su madre, que murió cuando él tenía 15 años, siempre dio normalidad a la situación. Cuando tenía que preparar a él y a sus dos hermanos para salir de casa, decía: «Rápido, poneos los zapatos y tú las piernas». Nunca se sintió menos capaz que el resto. Y por ello, cuando vio que le gustaba el rugby, «su primer amor», se apuntó. Una lesión le obligó a correr para recuperarse y fue entonces cuando su entrenador, Ampie Lauw, vio su potencial.
Le encanta pintar
Mientras que Kate me cuenta la historia y me revela la habilidad del atleta con los pinceles –«le encanta pintar y en el futuro quiere estudiar Arquitectura»–, se escucha un gran revuelo. Al fin, llega la estrella. Todo el mundo quiere hablar con él.
Cuando le tengo delante, le pregunto por el gesto de James Kirani. «Me ha dado su dorsal y ha sido increíble. Cuando cruzamos la meta, sale el lado más humano. Sentir el cariño de tanta gente emociona», señala. «¿Cómo se siente al ser leyenda?», le pregunto. Se ríe. «No creo que sea ejemplo de nada. Me siento un hombre feliz por haber conseguido un sueño y por tener el apoyo de los míos. Nací con talento y no puedo desperdiciarlo». Sus sonrisa no se le borra de la cara ni cuando salen a relucir las críticas. «Hay mucha gente que habla de la supuesta ventaja de las prótesis. Pero nadie habla de los inconvenientes». Se vuelve a emocionar. Le pregunto de quién se acuerda. «De mi madre. Siempre me dijo que el perdedor no es aquel que participa y queda el último, sino aquel que ni siquiera lo intenta».
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