Crítica de cine
Victoria Vera: «Me irrita la mansedumbre»
Victoria Vera cree que «Celos, amor y Mercado Común», la película que regala este periódico el próximo viernes, es su primer trabajo en el cine, aunque no está muy segura: no sabe si la hizo antes o después de «El colegio de la muerte»; entonces era una adolescente inquieta y febril que experimentaba los placeres infinitos de la vanguardia teatral en el TEI (Teatro Estudio Independiente) y han pasado casi 40 años.
Recuerda, eso sí, que la una o la otra supuso su choque con la realidad del cine, muy ajena a los modos del TEI: «Yo estaba en la experimentación y la vanguardia, y aquello, el cine, era otro mundo; un mundo en el que te gritaban y te estaban dando órdenes todo el rato y en el que el actor era como un muñeco».
-La película trata de las diferencias entre europeos y españoles en las relaciones amorosas...
-En esos años estábamos aún muy atrasados en ese campo, pero yo entonces no lo sabía. Tenía 16 años, era una adolescente inquieta que no salía del TEI más que para comer. A mí me parecía que estábamos en el camino de la libertad. Estrenábamos obras prohibidas, nos multaban y nos cerraban el teatro unos días. El público nos apoyaba.
-Y ahora, ¿somos ya plenamente europeos?
-En unas cosas sí y en otras, no. Cuando veo el sectarismo imperante no me parece que estemos en Europa. Es anacrónico. El mundo de la cultura no es abierto, y precisamente es ese mundo quien debería luchar contra el espíritu sectario que nos corroe.
-¿A quién está cerrado ese mundo?
-A todos los que no piensan como los que mandan. Se rigen por el «si piensas como yo eres de los míos, de los buenos; si no, eres de los malos». Una idea estaliniana.
-¿Cómo vivió el franquismo?
-No existía, en casa no se hablaba de eso, ni para bien ni para mal. Mi padre estuvo a punto de que lo llevaran a Paracuellos por ser monárquico; le salvó un tío mío. Nunca dijo ni una palabra sobre el asunto.
-¿Y la Transición?
-Amo la Transición, me parece que no hay nada más hermoso en la historia de este país. Es el gran momento. No había sectarismo, reinaba el espíritu de la conciliación...
Alguien llamó a Victoria musa de la Transición. Le encanta. «En aquellos tiempos estrené a Alberti, Arrabal... gracias a un gran productor, Antonio Redondo, que se la jugó por el teatro (se arruinó, claro) y fue clave en mi carrera». Saltamos a la crisis actual: «Lo peor de la crisis es el miedo; yo estoy bien, en medio de todo, porque no tengo hipotecas; siempre he seguido el consejo de mi padre: "Hija, nunca te hipoteques". Hemos tenido un afán por poseer cosas propio de nuevo rico; creamos un mundo de apariencias ridículo. Pero lo que más me cabrea es que aceptamos lo inaceptable, la pasividad».
-¿Decepcionada, desengañada?
-irritada por la mansedumbre.
-Cuénteme cómo se ve ante el espejo...
-Estupenda. Me veo muy bien porque tengo la cabeza en su sitio.
Sigue fumando. Y pese a que se cambió el Pérez por Vera en honor a Julio Caro Baroja, muy amigo de la familia, le gusta más Galdós que don Pío: «Galdós comprendía a las mujeres y les daba una gran dimensión; don Pío era misógino».
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