Bruselas
La postura suicida del BCE
España no necesita un rescate financiero como los que precisaron en su día Irlanda, Portugal o Grecia, pues su economía tiene la base suficiente para superar la crisis y ha puesto en marcha las medidas adecuadas para ello. Lo que la economía española necesita ahora es la ayuda de Europa ante una perversa dinámica que se ha establecido en los mercados financieros por la que, se adopten las medidas que se adopten, incluso las más duras y contestadas por la ciudadanía, se reproducen los ataques contra nuestra deuda, disparando la prima de riesgo, los intereses que tenemos que pagar por financiarnos y nos sume cada día un poco más en el pozo de la pobreza. El hecho de que la última ofensiva de los mercados se haya producido, precisamente, después de conocerse el último paquete de ajustes del Gobierno y una vez arbitrado por el Eurogrupo el primer paquete de medidas de ayuda para los bancos españoles con dificultades, indica que el problema no reside sólo en España y que la solución hay que buscarla, además de en el extraordinario esfuerzo que estamos realizando los españoles, en el seno de la Unión Europea. Sólo desde Bruselas, con una apuesta fuerte por el futuro de una Europa realmente unida, podrá cerrarse la actual crisis con un apoyo a España y a Italia que haga comprender a los especuladores que no estamos solos, que podremos superar cualquier situación y que no habrá dinero en toda la UE capaz de rescatar a la cuarta economía de la eurozona si se la deja caer. Por fortuna, las declaraciones de apoyo político a España se multiplican y se reiteran, como ayer lo hicieron en Mallorca los ministros de Asuntos Exteriores europeos, que coinciden, además, con las del ministro alemán de Economía. Son las palabras, pero faltan los hechos, que deben emanar del Banco Central Europeo, cuyo presidente, el italiano Mario Draghi, parece vivir en un mundo aparte, de estricto rigor reglamentario, donde prefieren centrarse en controlar los precios y la inflación que en ayudar a solucionar la alarmante situación económica que permite que los depredadores financieros se lucren apostando contra nuestro país, mientras financian de forma gratuita a nuestros socios del norte. Es cierto que el BCE no se creó para resolver los problemas de financiación de los estados pero, al menos, no debería empeorar la situación, sino aplicarse en impedir que la UE comience a caer por el sur. El BCE no pasará precisamente a la historia como el organismo que ayudó a superar la crisis de deuda soberana y su actuación, al menos bajo la presidencia del italiano Draghi, evidencia que precisa, y de forma urgente, una profunda reforma para cerrar su etapa como gran defensor del déficit y convertirse en un instrumento realmente útil para los intereses generales de la Unión.
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