Feria de San Fermín
Cartagena y Galán a hombros en Madrid
- Las Ventas (Madrid). Tercera de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros para rejones, despuntados reglamentariamente, de Luis Terrón, y un sobrero (2º) de Pallarés, parado. Desiguales. Buenos 4º y 5º. Difícil y malo, el 6º. Manejables y mansurrones, el resto. Lleno de «no hay billetes».- Andy Cartagena, rejón fulminante (oreja); rejón bueno (oreja).- Sergio Galán, pinchazo, rejón (silencio); rejón (dos orejas).- Leonardo Hernández, rejón defectuoso, rejón (silencio); rejón (oreja).
Andy Cartagena nos puso en alerta pronto. Nada más empezar el festejo. Primero de la tarde. De un rejón fulminante concluyó una labor importante. Mayor transmisión alcanzó en el cuarto, cuando se jugaba el todo por el todo, la llave maestra de la puerta grande. El Luis Terrón que saltó al ruedo para abrir plaza resultó manejable, con poca continuidad en el ritmo del viaje, pero dejándose hacer. Y así, quebró ajustado Cartagena y acabó de convencer en las tres cortas al violín que prendió en segundos. Una pasada detrás de otra y un trasteo bien hilado.
Con el cuarto forzó la máquina. Merecía la pena. El mejor momento llegó a lomos de «Pericalvo», al que se le valoró nada más salir por la puerta. Imponente belleza. Conquistó Cartagena con lo flexible que se mostraron (caballo/jinete) en los encuentros con un toro que tuvo movilidad. Clavó bien y remató con otras tres cortas. Séptima puerta grande.
Sergio Galán llevaba el contador a cero cuando salió el quinto. Y todo cambió en diez minutos. Los diez minutos mágicos que necesitó Galán para meterse al público en el bolsillo y cortar las dos orejas. Hubo emoción desde que el rejoneador se lo dejó llegar una barbaridad y más todavía cuando toreó, espléndido, sin clavar. Daba la sensación de que en todo momento estaba pasando algo en el redondel. Hubo un antes y un después de la salida de «Apolo». Un bellísimo caballo con el que clavó un par a dos manos. Tragó para llegar al toro en el segundo envite. Las cortas pusieron el colofón final y dieron paso a un rejón rápido y efectivo. La petición fue unánime. Buen toro.
El segundo, sobrero
Vio cómo el segundo volvía a toriles, lastimado de las patas de atrás, y salía un sobrero de Pallarés. Algo insólito en corrida de rejones. Se aquerenció el toro de salida pero poco a poco logró retenerlo en los medios. Y fue el acierto de la labor, a favor del astado también. Con el rejón se enfrió la cosa. Pero lograría después la puerta de la gloria.
Cuando salió el sexto, bien sabía Leonardo Hernández que sus compañeros tenían abierta la puerta grande. El toro no lo puso fácil. Ni tan siquiera en los comienzos. Barbeó de salida, dando vueltas al ruedo por los tableros, sin tan siquiera mirar al caballo. Papelón. Leonardo tiró de oficio y de exposición porque cada envite con el toro era un trance difícil: arreaba el de Terrón y lo hacía con la cara por las nubes. Todas las banderillas que puso Leonardo tuvieron mérito y su cuadra cumplió con nota. Un trofeo paseó el rejoneador. Se movió el tercero y Leonardo firmó una faena entregada.
Dos salieron a hombros y uno a pie, pero en Madrid se vivió espectáculo. Que se convierta en buena racha.
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