Historia

Barcelona

Los estertores de la República

Franco y Mola, en Burgos
Franco y Mola, en Burgoslarazon

El affaire del «estraperlo» afectó al gobierno Lerroux y lo hizo caer a finales de 1935. El ambiente, con esta circunstancia, se había enrarecido en demasía y en esta situación, Alcalá-Zamora llamó a un político centrista lucense, Manuel Portela Valladares, para presidir el Gobierno. Portela era un hombre moderado de carácter pusilánime; probablemente los acontecimientos le superaron ya antes de asumir el cargo.

A mediados de enero de 1936, y con la vista puesta en las elecciones que se avecinaban, se organizaba en España el denominado «Frente Popular», integrado por diversos partidos como Izquierda Republicana, Partido Socialista Obrero Español, Juventudes Socialistas, Unión Republicana, Partido Comunista de España o Partido Obrero de Unificación Marxista. Su concepción seguía una estrategia que ya antes había preconizado Dimitroff –secretario general de la «Komintern»–, que no era otra que crear un frente único en cada país para luchar contra el capitalismo y la democracia desde dentro, buscando «compañeros de viaje» en los partidos de izquierdas.

Francisco Largo Caballero, dirigente del Partido Socialista Obrero Español, apodado el «Lenin español», en un mitin celebrado en Alicante el 25 de enero de 1936, pronunciaba las siguientes palabras: «Si triunfan las derechas no habrá más remisión, tendremos que ir forzosamente a la guerra civil declarada. No se hagan ilusiones las derechas, ni digan que esto son amenazas; son advertencias. Ya saben que nosotros no decimos las cosas por decirlas... lo decimos porque llevamos dentro del corazón y del cerebro el propósito de hacerlo.»

En descomposición
Las derechas, por su parte, crearon un denominado «Frente Nacional» contrarrevolucionario, que aglutinaba diferentes partidos capitaneados por la CEDA, y que tampoco veía muy claro el respeto a los resultados electorales si éstos le eran adversos. Y en medio de este caos estaba el presidente del Gobierno, Portela Valladares, respaldado por su amigo Niceto Alcalá Zamora, el presidente de una República en descomposición, quien todavía soñaba con servir de cortafuegos entre dos ideas de España completamente irreconciliables y en franca rebeldía. Éste era el panorama desolador que presentaba España a comienzos de 1936. La caída violenta de la República, herida de muerte, ya sólo era cuestión de tiempo.

 Mientras todo esto ocurría en las altas esferas de poder republicanas, una parte de la oficialidad del Ejército conspiraba. En efecto, se fraguaba una sublevación y Emilio Mola Vidal, general de brigada de Infantería, Director General de Seguridad en la última época de la monarquía, separado del servicio activo en el primer bienio republicano y jefe superior de las Fuerzas de Marruecos en el segundo, sería la cabeza de la conspiración que desde antes de la primavera de 1936 se preparaba.

Él fue quien concibió y maduró el plan de levantamiento y lo elaboró en varios meses de trabajo constante y callado desde su jefatura de Navarra. Ha pasado a la historia como el alma indiscutible del fracasado alzamiento de julio de 1936. En la madrugada del 13 de julio, moría asesinado el líder de la oposición monárquica José Calvo Sotelo. El magnicidio fue cometido por miembros de las Fuerzas de Seguridad a las órdenes del capitán Condés, guardia civil y jefe de la escolta personal del jefe socialista Indalecio Prieto. Este hecho gravísimo precipitó los planes de sublevación. El hermano del general Mola, el capitán Ramón Mola, destinado en la guarnición de Barcelona, acudió a Pamplona a comunicarle que el Gobierno conocía sus propósitos y se disponía a aplastarlos en cuanto iniciaran el asunto, pidiendo que aplazara la fecha de sublevación, a lo que Mola se negó, conminándole que regresara a su unidad y estuviera preparado para los acontecimientos que se avecinaban. (Allí le alcanzaría la muerte días más tarde).

«Me iba a sublevar»
La rebelión se produciría en el territorio marroquí el día 17 por la tarde y el 18 presentaba la dimisión el entonces presidente del Gobierno, Santiago Casares Quiroga con su gabinete al completo. Esa misma noche, el presidente de la República, Manuel Azaña, llamaba a Diego Martínez Barrio, presidente del Congreso de los Diputados, y le pedía urgentemente la formación de un nuevo gobierno. Barrio conocía la implicación de Mola en la sublevación que se estaba produciendo, por lo que optó por comunicarse con él y ofrecerle un puesto en el gobierno que estaba intentando formar, para así desactivar, en la medida de lo posible, el conato de golpe. Entre elogios y adulaciones, Martínez Barrio dijo a Mola que le gustaría que tomase el mando del ministerio de la Guerra. Pero Mola, como era de esperar rechazó el ofrecimiento y espetó al político radical-socialista: «... Yo veo el porvenir de distinta manera.

Con el Frente Popular vigente, con los partidos políticos activos, con las Cortes abiertas, no habrá Gobierno alguno capaz de restablecer la paz social, de garantizar el orden público, de reintegrar a España y a sus hijos un decoro, un espíritu y una Ley, desde hace tiempo en ruinas. Gracias, repito, señor Presidente, pero en este mismo momento me iba a sublevar…»

Mola, el cerebro
De padre español y madre cubana, Emilio Mola Vidal ingresaba en la Academia de Infantería en 1904. En 1911 pasó como oficial a las Fuerzas Regulares, recién creadas por Berenguer, participando en la campaña marroquí hasta 1926 y logrando varios ascensos por méritos de guerra. Con 40 años, Mola ascendía a general de brigada y era destinado para mandar la Comandancia General de Larache. Berenguer le nombró Director General de Seguridad en enero de 1930, cargo que desempeñó hasta la caída de la Monarquía y donde puso en práctica una gran reorganización del Cuerpo de Policía. Tras la «Sanjurjada» fue pasado a la reserva, siendo amnistiado al año siguiente. En agosto de 1935 se le confirió el mando de la Comandancia General de Melilla, y en noviembre, el de todas las fuerzas de Marruecos. Tras las elecciones de febrero de 1936, fue cesado y enviado a Pamplona como comandante militar de la Plaza. Los próximos cuatro meses discurrirían para Mola por la senda de la conspiración. El 3 de junio de 1937, fallecía en accidente de aviación poco antes de cumplir los 50 años.