Londres
«Carlos V aceptó que la religión era política»
La Valladolid que recibió al joven Carlos, llamado a ejercer de emperador, era una ciudad de iglesias, conventos, palacios, esclavos y muchos sastres. En la Corte era tan importante serlo como parecerlo. Valga de muestra de la profusión de detalles (políticos, estratégicos, pero también curiosidades) sobre los que construye Hugh Thomas su análisis histórico en «El Imperio Español. Carlos V»
El hispanista resalta que el monarca «conoció España de la misma manera que sus abuelos, Fernando e Isabel, sin dejar de viajar, para hablar con la gente. Así reclutaron a sus consejeros, obispos. Felipe II, después de su decisión de quedarse en El Escorial y otro reales sitios se perdió cosas. Carlos, por el contrario, sostenía que los reyes no tienen residencias fijas. Y eso que para él era difícil desplazarse con sus gota, sus hemorroides, sobre todo en los últimos años de su vida».
El protestantismo
El estudio evoluciona en una doble dirección: las tierras de ultramar y los territorios europeos. En este punto, Thomas es claro: «Estuvo más interesado en el futuro de Italia y Alemania que en América. Fue consciente de su deber de combatir el protestantismo, sobre todo, en Alemania. Ganó batallas, pero la consecuencia de sus actividades fue que acabara por aceptar que fueran los reyes quienes decidieran la religión de sus territiorios». De ahí deduce el especialista que el monarca traspasó la Edad Media, «pues aceptó que la religión es una cuestión política».
En cuanto a la cuestión americana, el libro es generoso con dos de los personajes claves de la época, Hernán Cortés y Pizarro: «Cortés era un hombre mucho más culto que Pizarro. Sus cartas al rey son documentos de primer nivel que se pueden leer con placer aún en el siglo XXI. Fue, como Felipe II, un hombre prudente. Se igualaban, sin embargo, ambos conquistadores en valor. Pizarro fue un gran director de hombres, con la excepción del grupo de Almagro, a pesar de que no podía ni leer ni escribir. Sufrió mucho las dificultades de la expedición a Perú y tomó muchas decisiones acertadas».
Erasmo, inspirador intelectual
También ensalza la figura de Fray Bartolomé de las Casas y su lucha por el indigenismo que llevó a convocar un debate en la capital sobre los derechos de estos: «En la Conversación de Valladolid vencieron las posiciones más magnánimas, pero en la realidad no pudo llevarse a la práctica», dice en referencia a los colonos. Y no olvida la figura de Erasmo, inspirador intelectual de todo el imperio, que, sin embargo, no quiso viajar nunca a la península.
La vida personal de Carlos V estuvo plaga de amantes, pero siempre antes o después de su matrimonio con Isabel de Portugal: «Estaba completamente enamorado de ella. Fue una persona, además de bella, bastante eficiente en sus labores de regencia».
Los ingleses tienen alma
El sentido del humor del británico es, evidentemente negro. Retrata la mala impresión que causó a Felipe II su estancia en Londres: «Fue coronado rey, pero no aparece en la lista», precisa. Y añade: «Quizá hubiera sido mejor que Fray Bartolomé de las Casas hubiera podido viajar allí para certificar que ellos también tenían alma».
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