Barcelona

«Superado el duelo toca trabajar»

Los afectados por el incendio quieren recuperar sus negocios

«Superado el duelo toca trabajar»
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LLERS (GIRONA)- Han pasado seis días desde que prendiera el fuego más devastador de los últimos años, que arrasó más de 13.000 hectáreas de zona boscosa en un perímetro de más 70 kilómetros del Alt Empordà. En Llers, tras ver cómo uno de sus vecinos más queridos fallecía de un infarto al corazón por la impotencia de ver el atesorado jardín de su casa en llamas, los ánimos están calmados. El municipio, que apenas supera el millar de habitantes, trata ahora de volver a la normalidad, hacer balance y recuperar los daños que se han esfumado con el fuego.
En Can Garús, un negocio de cultivo pionero especializado en «microbrotes» (pequeñas hojas de verduras como lechugas o plantas aromáticas), toda la producción irá a la basura porque las llamas han arrasado los invernaderos y la maquinaria necesaria para su puesta a punto. El cultivo que se ha salvado de la ferocidad del fuego está contaminado y no puede comercializarse. Aleix Dalmau, su propietario, seguía cubierto de ceniza la mañana del viernes mientras limpiaba los destrozos que causaron las llamas.

Empezar de cero
El joven, de 32 años, no es un payés a la carta. Vivió junto a su familia en Barcelona, estudió Comercio Internacional y cuando pasó la veintena, decidió dejarlo todo, aprovechar un terreno familiar en el Empordà y convertirse en agricultor. «Sabía que la agricultura daba dinero, podía optar a ayudas y estaba cansado de vivir en la ciudad», cuenta. Tras haber invertido unos 300.000 euros en su empresa, conseguir tener en su cartera de clientes a estrellas Michelin y restaurantes de primer nivel y lograr contar con una producción que se recogía, envasaba y enviaba a sus destinatarios en 24 horas –el 35 por ciento viajaba a Madrid, el resto, a País Vasco y Cataluña principalmente–, el fuego ha arrasado con su empresa para gourmets. «La noche del domingo la pasamos en Llançà porque nos desalojaron de Llers, por suerte nuestra casa sigue en pie y ningún miembro de la familia ha resultado herido», cuenta Dalmau acompañado por su padre, Octavi. Ambos son un ejemplo de optimismo y ganas de superación. Desde el mismo lunes, los Dalmau se pusieron manos a la obra para limpiar, evaluar daños y volver a la producción. En un mes y medio quieren volver al suministro diario. ·Los clientes que hemos consultado nos han dicho que esperarán, hemos tenido suerte·, explica Àlex.

Pese a las ganas de volver a la normalidad, los efectos del fuego son desoladores. El invernadero está arrasado y la maquinaria también. El almacén en el que guardaban los suministros y parte de la producción, una antigua granja en la que Octavi criaba conejos hace algunos años, está impracticable. El propio padre rechaza visitarla, «no puedo verla así, es demasiado para mí», cuenta. Aleix, no obstante, demuestra una entereza férrea. «Ya hemos superado el duelo, ahora toca trabajar», explica. Sabe que puede presionar para pedir las ayudas, y aunque lo hará todo para conseguirlas, no quiere perder tiempo.

Para los Dalmau, y la mayoría de habitantes de Llers, el fuego no ha sido una sorpresa. «Desde la nevada de hace dos años todos sabíamos que el bosque estaba lleno de madera y ramas secas», explica Aleix. Una bomba de relojería lista para estallar con la llegada de un verano seco y sin lluvias. «Hemos idealizado el bosque en los últimos 30 años, deberíamos comenzar a mirarlo con otros ojos», explica un joven que, de fallarle el negocio agricultor, «no volvería a la ciudad por nada del mundo». Los Dalmau se quedan en Llers, un pueblo que ahora afronta la vuelta a la normalidad. A algunos les costará más que a otros.

A pocos metros de la casa de los agricultores, Josep Masdevall todavía no ha salido del susto. El domingo por la tarde, unos bomberos le hicieron un cortafuegos a los pies de casa y las llamas, por muy poco, alcanzan a su vivienda. Parte del jardín quedó arrasado (con él la leña que apilaba para el invierno) y todavía lamenta el trato que los Mossos tuvieron con su familia en el momento de desalojarles, el domingo por la tarde. «Llegaron a amenazarme con llevarme esposado, suerte que luego pude volver y salvar a mi casa y apagar el cortafuegos, que ya había hecho explotar el cristal de una ventana», explica. Si de algo pueden presumir en este municipio, es de no rendirse y saber encarar las adversidades.