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Mártires y pirómanos

La Razón
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Asoma la jornada europea con la última de la Liga aún hirviendo, más en los graderíos, donde la soberanía popular sentencia. De San Mamés, la tradición destaca el señorío de su público. Como en todos los campos, hay caballeros y merluzos. Hace tiempo que el «Bocho» dejó de ser especial, peculiaridad exclusiva del club. Allí despidieron a Iniesta con gritos cuando Guardiola hizo el cambio, porque no salió con la «pata» a rastras de La Catedral. Iniesta fue víctima del ímpetu de Amorebieta, ocho expulsiones entre sus muescas. Deduje entonces que el terreno resbaladizo multiplicó los efectos de la entrada del cachorro. Sigo pensando que la roja fue excesiva, pero bastante menos injusta que el chaparrón que le cayó al azulgrana.

Iniesta, futbolista monumental y extraordinaria persona, incapaz de una provocación, una simulación o un mal gesto, fue un mártir. Lo chocante es que Joaquín Caparrós, un entrenador que sirve tigre en el desayuno de sus jugadores, insinuara que el volteo fue teatro, y lo absurdo, que Guardiola diera pábulo a los protestones y no aplicara un correctivo al linchamiento. Pero Guardiola es como es, la antítesis de José Mourinho, a quien va a resultar difícil salir de algún partido ovacionado o con los pulgares del respetable pidiendo clemencia.

A Mourinho le ampara el palmarés y le denuncian los modales. Para nosotros, los periodistas, es un chollo; habla y siembra titulares, por lo general incendiarios y radicalmente alejados de la sensatez habitual de Pep. Pero se quemará. Dispara a todo lo que se mueve, es un pirómano que ha pegado fuego al decálogo de Florentino Pérez y eso lo va a pagar; si no él, el Real Madrid.