Murcia

Necesidad por Pedro Alberto Cruz

La Razón
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Hace pocos días, hablando con alguien muy cercano, me comentó que cómo era posible la ceguera de algunas personas, capaces de ver lo blanco negro si quien le inducía al error era un preboste de su cuerda; que cómo se podía perder la facultad crítica y aceptar la mentira como verdad, que cómo dejaba de ejercerse y su lugar era ocupado por una monolítica versión de los hechos. «Por necesidad» –le contesté-. Ante su mirada escrutadora, y antes de que pudiera hablar, continúe.
El ser humano, bicho particularmente complejo, siempre se manifiesta, o se siente, carente de algo, aunque lo tenga todo; siempre mira al otro platillo de la balanza desequilibrada y busca cualquier cosa que supla sus carencias para compensarla; siempre mira al otro porque cree que tiene lo que a él le falta, o porque le hace creer que se lo va a proporcionar. Por eso envidia al próximo, y por eso se entrega a unas creencias que le empujan a no pensar.

El ser humano, figurante en una comedia de trágico final, precisa sentirse protagonista, y si no lo puede ser directamente recurre al que dice representarlo, porque al verlo en la función en el papel de «galán», su mediocridad se ve atenuada, sus carencias reducidas, y su miedo contenido.

La necesidad, incrementada cuando se sabe que falta de todo –y para que falte no hay porque vivir en época de crisis-, empuja a buscar el refugio de las ideologías, de las religiones, de las creencias más absurdas, sin pararse a pensar que lo que piden es más que ofrecen, porque la obediencia ciega quita lo más importante del ser humano: la libertad.

Miré a mi acompañante, su mirada era ahora dubitativa, y antes de que tirara toda mi irreflexión por tierra empecé a hablar del tiempo: yo también tengo, de vez en cuando, necesidad de ser protagonista incontestado.