Estreno

«Killers»: Físico sin química

«Killers»: Físico sin química
«Killers»: Físico sin químicalarazon

Dirección: Robert Luketic. Guión: B. DeRosa y T. GriffiN. Intérpretes: Ashton Kutcher, Katherine Heigl, Tom Selleck, Catherine O'Hara. EE UU, 10. Duración: 93 min. Comedia de acción.


Los créditos de «Killers» remiten a los de una película de James Bond, mientras se trazan los caminos perpendiculares de un espía (Ashton Kutcher) y una rubia muy, muy legal (Katherine Heigl), acompañada por sus padres en sus vacaciones por la costa de Niza. El cromosoma X del cine de acción se cruza con el cromosoma Y de la comedia romántica, casi en las mismas proporciones que en la reciente «Noche y día», estrenada semanas atrás. La diferencia entre ambas no sólo radica en el carisma y el caché que posee la pareja protagonista, sino en el ritmo, que es aquí algo cansino, con que los supuestos «gags» se insertan en una trama que, otra vez, juega con la máscara y el simulacro, y las dificultades de conciliación familiar que ello puede generar.

De hecho, la idea más interesante de «Killers» –idea que, por otra parte, la película no está demasiado interesada en desarrollar– es la que nos informa de ese enemigo interior que el nuevo cine paranoico está obcecado en denunciar: en la vida «normal» que este espía emprende con esta chica alérgica a la aventura, en los suburbios perfectos donde la armonía vecinal parece el único valor que preservar, todos pueden esconder un arma debajo de la jardinera o dentro del cortacésped. Todos pueden convertirse, en fin, en un terrorista o un asesino a sueldo.

A Ashton Kutcher se le supone un cierto encanto que no acaba de cuajar y a Katherine Heigl le sobra un cierto encanto de heroína de «screball comedy» demasiado autoconsciente. Empalidecen ambos al lado de su veteranísimo contraplano, el matrimonio compuesto por un felizmente recuperado Tom Selleck, haciendo una contenida autoparodia de su condición de republicano amante de las armas, y una Catherine O'Hara que borda el papel de esposa adicta a los bloody marys de primera hora de la mañana. A la escasa química que demuestran los primeros, responsables del fracaso del maridaje entre el «blockbuster» de acción y la comedia romántica, se le contrapone la robusta eficacia de los segundos, acostumbrados a navegar en aguas aún más hostiles.