París

La naranja mecánica por Martín Prieto

Era Murcia o un arrabal de París en medio de una revuelta. Ya poco se puede sacar en claro de un asunto que la política ha confundido. Aunque sí que es cierto que algo huele mal en la izquierda murciana 

LA VIOLENCIA COMO ARMA POLÍTICA. Stanley Kubrick puso en imágenes la novela de Burgess. Éste y su mujer embarazada fueron brutalmente apaleados en una calle de Londres
LA VIOLENCIA COMO ARMA POLÍTICA. Stanley Kubrick puso en imágenes la novela de Burgess. Éste y su mujer embarazada fueron brutalmente apaleados en una calle de Londreslarazon

En 1944 y en una apartada calle de Londres, Anthony Burgess y su esposa fueron apaleados por cuatro soldados estadounidenses. La mujer, embarazada, fue violada consecutivamente ante el marido, abortando tras la sádica paliza. Dieciocho años después, Burgess escribió «La naranja mecánica», popularizada en el cine por Stanley Kubrick. Estas historias ciertas de manipulación y corrupción de los individuos por sistemas sociopolíticos son viejísimas y universales, y a la vuelta de cualquier esquina puedes ser Gabrielle Giffords o Pedro Alberto Cruz.

El detestable suceso de Murcia ya se ha enfangado políticamente y conviene usar agua clara y desinfectante. Por supuesto que quien sale en busca del ser humano con un puño americano y en cuadrilla es, ante todo, sujeto de insania. Pero en Murcia se había creado desde la izquierda un caldo bacteriológico. El presidente murciano, Ramón Luis Valcárcel, ha hecho recortes presupuestarios necesarios y requeridos por Rodríguez Zapatero. Por bastantes días la protesta sindical y socialista ha sido desmesurada, con la asistencia de los candidatos del PSOE a la región y la alcaldía capitalina. La apacible Murcia parecía un arrabal de París en noche de revuelta, mientras el delegado del Gobierno se hacía llamar andana. Se llegó al surrealismo de sostener que Cruz, consejero de Cultura y Turismo, es sobrino de Valcárcel, para sumar el nepotismo. Además, para mayor inri, este hombre al que le han partido la cara, de lo que tiene fama en España es de liberal, abierto a todos y buen agitador de la cultura.
En democracia la extrema derecha española llegó a tener un diputado. Aquí no se incuba el huevo de la serpiente como en Holanda, Suecia o Francia, donde la dulce Marine Le Pen, más de hierro oxidado que su padre, tiene el 14% de los votos en perspectiva. La ultraderecha, ahora llamada «derecha extrema», por pudor, carece de peso sociológico, aunque los operadores del Nuevo Socialismo han dado por inflarla y tenerla por infiltrada en el Partido Popular. Como sentenciaba don Manuel Azaña, «hay que tener mucho cuidado con poner en circulación una tontería en Madrid porque arraiga mejor que las acacias».

El 99% de los asesinatos y vandalismos políticos perpetrados en el postfranquismo ha sido cometidos por la ultraizquierda, desde ETA a los GRAPO, de los antisistema a las bandas subarriales. La ultraderecha prácticamente se detuvo tras la atrocidad de los abogados laboralistas de Atocha y se ha refugiado en las cloacas del fútbol como pretexto. La violencia no deja de tener un cierto parentesco con el miedo, y lo que ha pasado en Murcia es que el PP opta a un 60% de los votos, y tras 16 años en la oposición el PSOE tiene mucha sed en su travesía del desierto. Para Cruz, que lea el Talmud: «Es mejor figurar entre los perseguidos que entre los perseguidores». Lo que tiene que hacer Rubalcaba es que los telediarios de Murcia no se parezcan a los de Túnez. La naranja mecánica ya la pelamos en el 36.


SENADO POLÍGLOTA
He asistido como consorte a numerosos Congresos Internacionales de Cáncer. Me empotraban en el «Lady Program» junto a las señoras y me llevaban por ahí a comprar lencería. En Estocolmo me escapé, yendo donde se celebraba el Simposium. Se daba un enredo con unos catalanes que presentaban una comunicación muy esperada, pero sólo accedían a discutirla en catalán. Fue vano que el director del Congreso les recordara que el inglés se había convertido en «lingua franca» científica. Les ofreció un traductor catalán-inglés, y no lo había en toda Suecia. Cuando empezaron a disertar en catalán los galenos, que no entendían, se levantaron a estirar las piernas. Cuando salieron los irreductibles hijos catalanes de Hipócrates iban con el mentón alto, satisfechos del triunfo de la nada. Si la Cámara de los Comunes establece la traducción inglés-galés-gaélico-escocés, el «Big-Ben» deja de dar las horas y se materializa el espíritu de Cromwell. Senado: la Torre de Babel en la plaza de la Marina Española.