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Al otro lado del espejo
Director: Tarsem Singh. Guión: M. Wallack y J. Keller, según el cuento de los hermanos Grimm. Intérpretes: Lily Collins, Julia Roberts, Armie Hammer. EE UU, 2012. Duración: 106 min. Fantasía.
No es la primera vez que Tarsem Singh se viste el disfraz de cuentacuentos. No hay que olvidar que su película más personal, «The Fall (El sueño de Alejandría)», multiplicaba por cinco la tarea del héroe –a propósito de las teorías de Joseph Campbell sobre el tema– en un elogio del relato oral susurrado al oído de la incontaminada inocencia de una niña. En esta «Blancanieves (Mirror, mirror)» también hay un narrador que habla desde otra dimensión, la del otro lado del espejo, pero lo que cuenta está en éste, más vulgar y prosaico de lo que a Singh le gustaría admitir. La película –la primera de las tres versiones del cuento de los hermanos Grimm que asaltarán nuestra cartelera antes de que acabe el año– se inscribe en esta ¿nueva? moda que, bebiendo los vientos por Bruno Betelheim y Vladimir Propp, transgreden los codificados cuentos de hadas desde el diálogo cómplice con el espectador.
Lamentablemente, estamos más cerca de la menso redonda de las secuela de «Shrek» que de experimentos metaficcionales como «Zarzarrosa», la ingeniosa «nouvelle» que dirigió Robert Coover.
Singh ha limado la monumentalidad neobarroca de su vistoso estilo explotándolo únicamente en un preludio animado que parece inspirarse en la obra de Gustav Klimt y en el precioso vestuario de Eiko Ishioka en lo que es su último trabajo para el cine. Lo demás es puro «mainstream»: ni siquiera en el epílogo musical al más puro estilo de Bollywood se notan los signos de identidad del cineasta que un día creyó que era la reencarnación de Sergei Paranajov.
Las sorpresas se reducen a comprobar las erosiones que el humor produce en la piel del original: las torpezas que se suceden una tras otra del príncipe azul (un Armie Hammer cada vez más parecido a un galán de cine mudo); las vitriólicas réplicas de la madrastra (Julia Roberts); las supuestamente divertidas ocurrencias de los siete enanitos, reconvertidos en banda de malhechores; la manzana envenenada transformada en punto y final de la fábula... Parcos atrevimientos para una película que nunca se atreve a revisar la imaginería del cuento original, y mucho menos revelar su lado oscuro.
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