Estados Unidos

La guerra del bisturí

Las mujeres rompieron el tabú. Los hombres le siguen ahora el paso, eso sí, con más miedo y desinformación

La guerra del bisturí
La guerra del bisturílarazon

Sorprendentes nuevas del otro lado del Atlántico: lo más «in» en Estados Unidos es operarse la barbilla. Como oyen. Hasta un 71 por ciento ha crecido este tipo de intervenciones en el último año, según un reciente estudio de la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos. El último grito de Pygmalión.
No es cierto que el ser humano sea tan presuntuoso como se le pinta. Desde que el mundo es mundo, arrastra una suerte de complejo de inferioridad respecto a la naturaleza. La obra del hombre (el artificio) sólo es digna de encomio en la medida en que encaje o simule la obra de Dios. Así lo vieron Horacio y San Francisco de Asís; así lo ve Irina Shayk: «Nunca me operaría para aumentar el pecho, estoy totalmente en contra; prefiero la belleza con la que venimos al mundo». La despampanante novia de Cristiano Ronaldo no encaja, evidentemente, en los motivos principales que impulsan a hombres y mujeres a enmendar la obra de Dios mediante la cirugía estética: los complejos y la edad.
Un defecto bien llevado puede ser una perfecta marca de agua: las orejas del príncipe Carlos, la nariz de Cleopatra. Pero no todos saben (o quieren) sobrellevar el peso de una particularidad. En muchos de estos casos –siempre el recelo al artificio, la «mano del hombre»–, la salud enmascara la labor del bisturí. ¿Quién no conoce a alguien que se haya retocado la nariz bajo presuntos problemas respiratorios? Casos hay e incluso notables. Pero la cosa está cambiando y la aceptación de esta práctica, que empezó siendo cosa de mujeres y en ámbitos más restringidos que el actual, alcanza ya a los hombres: «Ellos se cuidan cada día más y sociológicamente está más asumido que lo hagan», señala Ángel Martín, director médico de la Clínica Menorca, centro pionero en España.
Desde hace aproximadamente ocho años, asegura el doctor Martín, el hombre ha comenzado a frecuentar la sala de operaciones. La cirugía facial (especialmente, lifting, otoplastia y rinoplastia) y la lipoescultura (un «quitame allá esas grasas») son sus apuestas. Ellas también se decantan por estos dos campos de acción, si bien sitúan por encima de todo la cirugía de mama, la más conocida de las intervenciones y, últimamente, PIP mediante, la más controvertida. La mujer afronta con mayor resolución el reto de ponerse en manos del cirujano: «Son más decididas, más sufridas, y tienen más información que el hombre, asumen mejor los cambios. Los hombres son más miedosos», destaca el doctor Martín.

Polémico bótox
La cirugía estética en pos de la «eterna juventud» comienza a luchar de poder a poder con la cirugía plástica por motivos de salud o los clásicos «retoques». Las intervenciones «antiaging», enarboladas inicialmente por famosos de toda índole, desde actores a políticos, son cada vez más numerosas y aceptadas. Revistas y publicaciones varias se han encargado en los últimos años de empujar a conocidos usuarios del polémico bótox a una salida forzosa del «armario». Sobre muchos pende aún la duda razonable en torno al uso o no de la dichosa toxina o del bisturí. ¡A tanto llega a veces el virtuosismo de la técnica! En otros casos...
Sólo la crisis ha podido frenar el espectacular auge vivido por la cirugía estética en las últimas décadas. Salud, dinero y amor, dice el popular estribillo. La belleza, en estos casos, puede esperar... ¿Puede?
 

EN CONTRA
por Alfonso Merlos
¿El quirófano? ¡Lo que faltaba!
Esto es ya el acabose. Dejemos machismos, sexismos y correcciones políticas al margen. Es verdad que, cada día más, el hombre se distingue por ser presumido antes que vanidoso. Pero, ¿qué es eso de someternos a una frontoplastia para reposicionar nuestras cejas?, ¿qué es eso de padecer una cirugía para realzar el contorno de nuestros ojos?, ¿a cuento de qué meternos en un quirófano para mejorar los surcos que se forman en la base de nuestras mejillas? Pero, ¿nos hemos vuelto locos? Una cosa es que se estén cayendo a marchas forzadas los mitos y las leyendas urbanas varias relativas a la belleza física sólo en las mujeres, y otra distinta es que los hombres, en nuestra renovada sensibilidad, en nuestra refrescada egolatría, en nuestra infantil y vana confianza en que podemos llegar a ser irresistibles, nos pasemos tres pueblos con el bisturí. ¡Y vamos camino de pasarnos! Mesura.

A FAVOR
por Blanca Basiano
Un cuerpo 10... y sin sudar
Hasta ahora, el metrosexual al uso se conformaba con su crema antiarrugas, las pinzas para el entrecejo y unas cuantas sesiones de rayos UVA para estar moreno todo el año. Para muchos, la cosmética ya no es suficiente. Sólo el bisturí y la anestesia les quitan los complejos y los años de encima. Ya sea con una nueva cabellera, eliminando las orejas de soplillo o borrando, a lo George Clooney, las patas de gallo. Están los que ya no pueden vivir sin el bótox y los que han decidido cambiar a su entrenador personal por un cirujano. Nada mejor que deshacerse de un plumazo de la barriga cervecera sin tener que sudar la camiseta. Para qué esforzase en levantar pesas y deslomarse a abdominales si existen las inyecciones de ácido hialurónico, capaces de esculpir los músculos cual cincel de Miguel Ángel. Aunque pasar por el quirófano no asegura el milagro. Sólo hay que mirar a Berlusconi o Stallone para pensárselo dos veces.