Teherán

El dilema del ataque preventivo por Yoaz Hendel

La Razón
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Aunque la Administración Obama no se ha convencido de la inutilidad de doblegar las ambiciones nucleares de Teherán por medios diplomáticos, la mayoría de los israelíes ha renunciado a la esperanza de que las sanciones puedan disuadir a la República Islámica de adquirir la bomba. La cúpula israelí se enfrenta a la decisión trascendental de aceptar un Irán nuclear o iniciar un ataque militar preventivo.

Los líderes iraníes presentes y pasados han reiterado sus intenciones genocidas, y es inteligente por parte de la cúpula israelí tomar en serio una retórica que se acompaña de la intención probada de obtener capacidades nucleares. Cuando las fuerzas aéreas israelíes destruyeron el reactor nuclear iraquí de Osirak hace 30 años, suscitando una condena internacional, el Ejecutivo de Menachem Begin anunció «la determinación israelí de evitar que los estados hostiles tengan acceso a armamento nuclear». Esta doctrina de contraproliferación preventiva se apoya en la lógica geoestratégica y en la memoria histórica.

Un pequeño país del tamaño de Nueva Jersey, con la mayoría de su población concentrada en una única región central, es altamente vulnerable a un ataque nuclear. Además, la profundidad de la hostilidad hacia Israel en el Oriente Medio árabe es tal que sus enemigos están predispuestos a correr riesgos y hacer apuestas.

Si bien la presunta destrucción en 2007 del reactor nuclear sirio de Al Kibar subrayó la disposición de Jerusalén a tomar medidas militares a la hora de impedir a sus enemigos desarrollar armas nucleares, sus iniciativas de contraproliferación han confiado en la diplomacia y las operaciones encubiertas. Los israelíes han sido responsabilizados de la muerte de varios científicos nucleares iraníes en los últimos años. Presuntamente ayudaron a crear el gusano informático Stuxnet, considerado por «The New York Times» «el arma informática más sofisticada utilizada nunca», que provocó importantes retrasos en el programa de enriquecimiento de uranio de Irán en 2009. Sin embargo, estos métodos pueden frenar los avances de Teherán, no detenerlos ni invertirlos.

Teherán ha alcanzado ya lo que el general Shlomo Brom ha llamado «el punto de irreversibilidad», momento en el cual el agente proliferador «deja de depender de la ayuda exterior» para obtener la bomba. La mayoría de los funcionarios israelíes están seguros de que no existe ninguna combinación de incentivos externos que pueda persuadir a los iraníes. El régimen tiene todos los motivos para perseverar en su búsqueda del arma definitiva. Aunque el mundo condenó el desarrollo de armas nucleares por parte de Corea del Norte, no estuvo dispuesto a imponer las penas suficientes para disuadir a Pyongyang de construir la bomba.

Irán cuenta con un imponente programa balístico para trasladar armas de destrucción masiva. Los iraníes comenzaron a dotarse de proyectiles SCUD durante la guerra Irán-Irak de 1980-88. Después, acudió a Pyongyang para obtener tanto los proyectiles como la tecnología para montar sus propias instalaciones de investigación y producción. Teherán ha fabricado cientos de misiles Shahab-3, con un alcance de casi 1.600 kilómetros capaces de trasladar cabezas de entre 500 kilos y una tonelada. En el año 2009, probó con éxito un proyectil de dos fases y combustible sólido nuevo, el Sejil-2, que tiene un alcance superior a los 2.000 kilómetros, lo que coloca parte de Europa a su alcance.

Existe cierto desacuerdo en torno al tiempo que tardará Teherán en obtener un arma nuclear. Aunque el Gobierno israelí ha manifestado que Irán está a un año o dos de su objetivo, en enero de 2011, el responsable saliente de la Mossad Meir Dagan, anunció que Irán sería incapaz de tener una hasta 2015.

Gran parte del debate en Israel se centra en la cuestión de las intenciones iraníes. El hecho de que Teherán haya destinado cantidades sobrecogedoras de dinero, de trabajadores y de empresas al desarrollo nuclear –a expensas de la fuerza militar convencional, que tiene muchas lagunas, y ya no hablemos de la economía iraní en general– constituye en sí mismo un indicador preocupante de sus prioridades.

Yoaz Hendel
Asesor del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu