Ciudad del Vaticano
Sinfonía en clave de Dios
Un rasgueo de guitarra tras otro. Este gesto que bien podría identificarse como un signo propio del carisma del Camino Neocatecumenal se transformó ayer en la base de la oración que acogió la catedral de La Almudena de Madrid a través de una obra musical catequética en la que el instrumento ligado al ser y hacer de Kiko Argüello se dejaba empapar por violines, clarinetes, un arpa... hasta configurar una sinfonía, «El sufrimiento de los inocentes».
La propuesta iba más allá de un concierto, pues se integraba en una celebración presidida por el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, en la que las lecturas invitaban a la reflexión, a que la música empapara algo más que el oído. «Querríamos celebrar juntos, con estos trazos musicales, cuántos sostuvo un ángel a la Virgen, como a Jesús en el Huerto de los Olivos, cuando otro ángel le ayudó a beber el cáliz preparado para los pecadores», apuntó el iniciador del Camino Neocatecumenal al comienzo del acto para invitar a los asistentes a «dejar que la música penetre dentro de vosotros para hacer oración. Vamos a rezar por los que sufren y vamos a pedir a la Virgen por la Jornada Mundial de la Juventud».
Y como lo que buscaba es la implicación de aquel que se pone frente a la obra, el propio Kiko invitó a los presentes a acompañar con su canto en uno de los cuatro movimientos a la orquesta y el coro, compuesta por más de 170 músicos del Camino con una media de edad que no supera los 30 años. Todos, bajo la batuta de Joan Jorquera, de 28 años, que ha vivido este proyecto desde sus inicios: «El pasado 8 de diciembre, durante una convivencia de músicos del Camino, Kiko llegó y nos dijo: ‘‘Vamos a tocar''. Nuestro pensamiento entonces, sin partitura, fue claro: íbamos a perder el día. Entonces él continuó: ‘‘Dios me inspirará la música''», recuerda el joven. Y así fue. El iniciador del Camino se puso a tararear, los músicos lo tradujeron en cuerda, viento y percusión y los instrumentos se empastaron con sencillez y delicadeza, fuerza y pasión. Tal y como ocurrió ayer en Madrid.
Enseñanza catequética
Sin embargo, el porqué de la sinfonía hay que buscarlo más atrás, en una catequesis que Benedicto XVI ofreció en 2008 sobre Romano el Meloda, un teólogo y compositor que se sirvió de la música como «oportunidad de enseñanza catequética». Con esta premisa unida a la propuesta del Papa de crear un «Atrio de los Gentiles» dentro de la nueva evangelización, Argüello quiso poner los acordes al servicio de la Palabra con un tema claro: «Frente al escándalo tremendo del sufrimiento en el mundo, Dios se presenta como la única respuesta. María a los pies de la Cruz, con esa espada que atraviesa su corazón, nos comunica que su sufrimiento no es en balde», explica el iniciador de Camino Neocatecumenal a LA RAZÓN, que, tras ver materializada la obra sólo tiene palabras de agradecimiento: «El Señor es muy bueno con nosotros, nos ayuda a manifestar en un lenguaje musical la presencia de Dios».
Así lo percibió el cardenal Rouco, quien destacó que «cuando uno vive una experiencia artística, no lo hace pensando en qué va a sacar en lo práctico, como si fuera una operación matemática. La música se escucha, se goza, como la liturgia». Sobre la experiencia del sufrimiento, el arzobispo de Madrid subrayó además que «si algo necesita el corazón del hombre es que su corazón se levante sobre la tierra y el dolor hacia Dios».
Una obra que cambia sobre la marcha
«El sufrimiento de los inocentes» está compuesta por varios movimientos: «Lamento», «Gemido», Perdónalos» y «Espada». Aunque ya se ha interpretado en Israel, Alemania, Francia y en la Ciudad del Vaticano ante el Papa, se puede decir que en cada ocasión la obra ha sido única. Y es que, Kiko Argüello ha introducido variantes tanto en el terreno instrumental como en el coral. Eso hace que, durante los ensayos, la orquesta cuente con un equipo de especialistas que modifica las partituras con los nuevos cambios que se incorporan de inmediato.
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