Literatura

Andalucía

Ramón Ramos: «Hay muy pocos andaluces y demasiados sevillanos granadinos Los políticos locales lo explotan»

Ramón Ramos: «Hay muy pocos andaluces y demasiados sevillanos granadinos Los políticos locales lo explotan»
Ramón Ramos: «Hay muy pocos andaluces y demasiados sevillanos granadinos Los políticos locales lo explotan»larazon

A Ramón Ramos le duele el periodismo y le duele Andalucía, los dos conceptos a los que ha dedicado su vida profesional. No corren buenos tiempos para el uno ni para la otra, a qué negarlo, y eso lo ha llevado a refugiarse en Federico. Que no está nada mal.

–¿Se considera un desertor del periodismo?
–No soy digno de desertar, entre otras cosas, porque el periodismo es lo único que sé hacer en la vida. Pero ya no se lleva aquel periodismo que escucha, que sosiega los enfrentamientos, que favorece los consensos.
–En cualquier caso, debe ser de los pocos directores de periódico que ha dimitido.
–Es que hay editores se han dejado secuestrar por gente que no cree en el periodismo. Ahora hay una especie de integración en un concepto único de gestión donde la dirección comercial ha ganado el terreno a la dirección informativa. En todo caso, sí creo que soy el único director que ha subvencionado a su empresa. Estoy hablando de dar dinero.
–Ha trabajado en Granada y Sevilla, ¿cuál de las dos ciudades le depara al periodista más sorpresas... desagradables?
–Sin duda, Granada. En Sevilla se hace mejor y más moderno periodismo.
–¿Granada puede ser asfixiante?
–Digamos que está llena de «granaínos».
–¿Y Sevilla?
–Cuanto más se entra en el corazón de una ciudad, más «sorpresas» se encuentra uno, cosas que como foráneo no llegas a comprender del todo. Asfixia a veces. Pero el balance periodístico es notablemente favorable.
–¿Cree justificada la inquina de ciertas provincias andaluzas hacia Sevilla?
–Excesiva, sobre todo en Málaga, donde recuerdo haberla sufrido una vez con mi coche matrícula de Sevilla. Pero creo que es consecuencia de que, con treinta años de autonomía, sigue habiendo poquísimos andaluces y muchísimos sevillanos, granadinos, cordobeses, malagueños… Los políticos locales lo saben y lo explotan a su favor.
–¿Le parece ajustada la definición de periodismo según la cual el periodista es el que escribe de todo sin saber de nada?
–No, mientras escriba lo que ve. Pero ahora se practica mucho lo contrario, el tertuliano, que sabe y opina de todo.
–¿Por qué los sindicatos y asociaciones de periodistas no son lo que tendrían que ser?
–Porque ésta es una profesión muy corporativa, donde un redactor, por ejemplo, defiende a su empresa incluso después de que una llamada desde la presidencia de una institución determinada acaba de obligar a retirar una información. Y no hablo en sentido figurado. En cuanto a los sindicatos, hay dirigentes que proceden en su mayoría de medios públicos y que desconocen la auténtica realidad del día a día que vive la profesión.
–¿Qué se le pasa por la cabeza cuando ve a un periodista defendiendo denodadamente a un poderoso?
–Lo mismo que cuando miro las encuestas de opinión y veo la estimación del periodismo entre los ciudadanos, en la cola y al mismo nivel que los partidos políticos. Si las empresas han convertido a los medios en terminales de los partidos, ¿de qué nos extrañamos?
–¿Qué le llevó a escribir sobre García Lorca e Italia, un país que nunca pisó el escritor?
–La paisanía. Me llamó la atención que en una crónica radiofónica sobre un tema local se emplease el «alle cinque della sera…» («a las cinco de la tarde») con tono y referentes lorquianos. Un «granaíno» en Verona oyendo hablar de otro «granaíno» me metió en el empeño de comprobar que ya en los años 30 era muy valorada la poesía lorquiana en la Italia.
–¿Siempre hay un Lorca por descubrir?
–Sin duda, pero yo humildemente sólo puedo aportar un libro con artículos periodísticos.
–¿Qué papel tiene el maestro Montanelli en su investigación?
–Fue una de las sorpresas, porque yo desconocía que Montanelli estuvo en Granada, en 1951, y escribió en «Il Corriere della Sera» a favor de las tesis franquistas. Sin embargo, su artículo no se publicó en España.
–¿Le sorprendió que fuese infructuosa la búsqueda de los restos del poeta?
–Me sorprendió que no se respetase la voluntad de la familia. Todo lo que vino después fue excesivo. Y no hablo solo de la Junta, también de periódicos. Pero algunas reacciones furibundas contra Gibson –cuya actitud en esta cuestión concreta de la búsqueda del cadáver no comparto– indican que sobre Lorca y su muerte, 75 años después, en Granada todavía no puede hablarse con serenidad.
–¿Por qué el asesinato de García Lorca es universalmente conocido y el de su amigo, compañero y también poeta José María Hinojosa se ignora incluso en su tierra?
–Quiero pensar que la fama de Lorca en vida atrajo a investigadores extranjeros en torno a los misterios que todavía rodean su muerte. El asesinato de Hinojosa es otra tragedia de la guerra civil. Sus circunstancias son igualmente trágicas. Pero los porqués de las diferencias entre uno y otro se podrían ejemplificar en la muerte el mismo día del futbolista Puerta y el escritor Francisco Umbral. En su día se habló más de Puerta. Pasado el tiempo, Umbral está y estará en las antologías literarias y Puerta seguirá siendo lo que fue, un futbolista.
–Lorca siempre quiso ir a Italia, ¿cuál es su principal deseo por cumplir?
–Nunca he sido capaz de trazar proyectos más allá de mañana. Pasado mañana está tan lejos como el año 2050. Los deseos a esta edad, demasiado viejo para ser joven y demasiado joven para ser viejo, se han cumplido casi todos.

 

Ragazzo de valores y dos veces rojiblanco
El veterano periodista granadino Ramón Ramos, gran conocedor de las ciudades de Granada y Sevilla y testigo en primera línea de todo el proceso autonómico andaluz, le hizo un corte de mangas a su patrón cuando creyó que peligraba su idea de periodismo. Ha publicado el libro «El ragazzo de la escena europea. Fama y fortuna de Federico García Lorca en Italia» mientras sueña con una final de la Copa del Rey en la que sus dos amores rojiblancos, los equipos que llevan los nombres de sus dos ciudades, se disputen el título. «La felicidad será eso».