Asia

Pekín

Gao Ping el emperador chino del arte

El supuesto cerebro de la trama presenció ayer el registro policial de su galería

Gao Ping, el «emperador» que quiso ser puente artístico entre España y China
Gao Ping, el «emperador» que quiso ser puente artístico entre España y Chinalarazon

MADRID- Tiene chalé en Somosaguas y galería en Doctor Fourquet, pero su aspecto ayer no correspondía con la imagen de una persona que lleva ese tren de vida. Gao Ping permanecía sentado en un sillón rojo, encogido sobre sí mismo, con un pantalón de chándal, deportivas, una camiseta azul celeste y una cazadora de cuero corriente. «Parece igual que cualquier chino», apuntaba alguien. El detenido observaba cómo la Policía registraba cada rincón del local que había alquilado como sede expositiva, situada a las espaldas del Museo Reina Sofía, junto a la Galería Helga de Alvear, una de las más prestigiosas del mundo del arte. Precisamente Ouka Leele, una de las artistas que Ping presentó en su país natal, comenta una de las ambiciones que albergaba el detenido: «Igual que Estados Unidos, y antes París, había sido importante para el arte, él pretendía que ahora eso mismo le sucediera a China. Deseaba que su nación tomara el relevo». Para lograr su propósito creó Gao Magee Gallery y la Fundación de Arte y Cultura. Pretendía promocionar el arte español en la nación asiática y viceversa. Pero las intenciones de su labor filantrópica contrastan con los delitos que recayeron ayer en una supuesta red criminal acusada de blanquear dinero, corrupción, inmigración ilegal, extorsión y de la que, además, se supone que él es el cabecilla.

Ordenadores y discos duros
Ayer, un puñado de policías incautaron tres ordenadores y varios discos duros de la galería de arte que tenía en Madrid. Los investigadores iban de un lado a otro de la sala expositiva. Sacaban fotografías de los cuadros y precintaban las obras que aparecían expuestas (varias fotos y un enorme mural, entre ellas). Durante más de dos horas registraron todos los rincones, incluido un pequeño espacio abierto en una de las paredes (muy semejante a lo que pudiera ser el hueco de una caja fuerte), así como la trastienda del local. Gao Ping, se estableció en España en 1989, a pesar de que parte de su familia ya estaba asentada en nuestro país, apenas se movió durante ese rato. En una ocasión se levantó y después regresó al mismo sillón. Su rostro no cambió. Tampoco cuando se lo llevaron y trató de ocultarlo con un rimero de folios.

El empresario chino, como relata Ouka Leele, pretendía, entre otros proyectos, impulsar una revista especializada en arte, «Art in China», que tuviera una gran repercusión en este sector –y que estuvo presente en ARCO– donde ya corrían diversos rumores sobre esta galería. «Cuando le conocí –relata la artista– me propuso un contrato para representarme en toda Asia, pero yo le dije que no, porque lo mejor era conocernos poco a poco. También me contó que pretendía desarrollar una iniciativa con varias revistas chinas. De hecho, le habían dado un premio a mi exposición por ser ese año la mejor montada en China, aunque yo jamás llegué a estar allí. De hecho el catálogo que editaron era bastante bonito. Debía tener mucho dinero, claro que eso es lo que me contaron de él». Al final han sido dos los proyectos de arte chino en España y otros tantos de arte español en China que han sido posibles gracias a la colaboración de Gao Ping. Uno de ellos se inauguró en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), y se llamaba «55 días en Valencia»; la segunda llevaba por título «Plusmarca. Arte y deporte» y se organizó en el Iberia Center, en Pekín, el macrocentro artístico abierto por el magnate de arte Ping. Fuentes de la Consejería de Cultura son tajantes antes las informaciones aparecidas: «El IVAM no tiene nada que ocultar». José Manuel Ballester, precisamente, tuvo una relación transversal con él. Dos cuadros suyos viajaron en 2008 para formar parte de una muestra colectiva en este centro. «Me los pidieron, se expusieron y después regresaron. No hubo nada raro. Dejé las obras sin problemas, aunque viendo lo que ha sucedido ahora choca lo ambicioso que resultaba aquel proyecto, con un espacio tan grande».

Un vecino que pasaba desapercibido
Al lado de la galería Gao Magee hay una tienda. La dependienta lo dice con claridad: «Me parecían normales, pero nunca se sabe quién es tu vecino». Justo al lado, está la galería Helga de Alvear. «Sólo estuve una vez. Cuando abrió. Era arte contemporáneo normal. No era tan importante», dice la directora de la sala. A ella le llamaba la atención que jamás apareciera una sola reseña de las exposiciones y artistas que se exhibían. «Tampoco hacían inauguraciones...». Ella misma intentó comprar el local, incorporarlo a su galería, pero el propietario quería alquilar, no vender. En este mismo lugar, antes hubo un espacio para exposición de coches y un pub bastante frecuentado. Pero ayer sólo había policías. Helga de Alvear comenta que no entraba ni salía nadie. «Pero ahora en las galerías no entra ni sale nadie...».