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Cultura y libertad por Pedro Alberto Cruz consejero de Cultura de Murcia

La Razón
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Han pasado cuatro días desde que me rompieron la cara y todavía sigo sin comprender qué ha pasado. Nunca me había preparado para encontrarme un puño hundido en mi rostro. Soy profesor universitario, escritor, y mi mundo es el de la cultura


No tengo formación de militar ni de policía ni de ninguna profesión que implique enfrentarse con cierta familiaridad a una situación de ese tipo. Ya habrá momento de analizar los hechos, de describir con minuciosidad el contexto de linchamiento radical que se ha generado contra mi persona, y cuya corresponsabilidad es grande, tristemente grande. Cada uno, en su fuero interno, sabe lo que ha dicho y hecho, los excesos verbales en los que ha incurrido, las mentiras que ha intentado institucionalizar. Pero, como acabo de decir, ya llegará el momento de esto. Ahora, lo único que quiero subrayar es una creencia instalada en mi base genética: la de la Cultura como espacio de convivencia, de pluralidad en el sentido más amplio y tolerante de la expresión. Todos cabemos en la Cultura: las miles de formas de pensamiento y de sensibilidad que hay en este mundo. Siempre he defendido el conflicto y la crítica como formas de entendimiento social. Pero una cosa es el conflicto sano y la crítica constructiva, y otra muy distinta la violencia y el linchamiento verbal y físico mezquinos.


Nadie, absolutamente nadie, va a impedir que siga trabajando por dar lo mejor de lo que soy capaz a la Cultura de la Región de Murcia. Creo en la capacidad de la experiencia cultural para transformar la sociedad; he apostado, desde un principio, por el progreso como la mayor expresión de la dignidad y la salud social; estoy convencido con la fuerza de la mayor ideología que la Cultura es más necesaria que nunca en estos momentos de crisis; y, por supuesto, no concibo que ni el odio ni la violencia sean los encargados de vertebrar ya no sólo el debate cultural, sino el político en general. Solamente espero una cosa: que esto que me ha sucedido sirva para que la espiral de crispación y de violencia que lo ha generado se detenga de inmediato; que, a partir de ahora, sepamos construir un marco de tolerancia en el que expresar democráticamente el conflicto y la crítica. Este país, en general, y la Región de Murcia, en concreto, necesita que las gentes de la Cultura demos una lección de madurez democrática y que, de una vez por todas, se demuestre que la sociedad del conocimiento es una de las alternativas más reales y plausibles a la coyuntura tan problemática en la que nos encontramos.


Estoy asqueado de tanto sinsentido. El pasado viernes, víspera de la brutal agresión de la que fui objeto, le comenté a mis colaboradores que me sentía lleno de mierda por tantas salvajadas que estaban diciendo sobre mí. Al final, quieras o no, acabas metabolizando, interiorizando toda la atmósfera que respiras. Les dije que necesitaba escribir porque, desde siempre, la escritura ha sido para mí el vehículo a través del cual expulsar todos mis demonios, todos los fantasmas que vas acumulando. El sábado, minutos antes de ser agredido, acababa de terminar un poema que había escrito a tal efecto. Lo llevaba en el bloc de notas del teléfono móvil, que me robaron durante el altercado. Ahora intento recordarlo, reconstruirlo al mismo ritmo que se reconstruye mi cara. Mientras lo hago, aquí estás mis primeras palabras, el primer intento que hago por volver a la normalidad, por regresar a la escritura –que es mi casa, mi razón de ser–.


La semana pasada viví dos momentos extremos: al finalizar mi última clase de grado con mis alumnos de primero en la Facultad de Bellas Artes de Murcia, todos rompieron a aplaudir. Tres días después, me partieron la cara. Es indudable que, entre ambos momentos, me quedo con el primero. Y es que, en cualquier situación, las razones para seguir siempre serán mayores, más contundentes, más poderosas. Jamás el terror va a ganar: es la condición natural de la humanidad.


Pedro Alberto Cruz
Consejero de Cultura de Murcia