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Despidos éticos por Fernando Chornet

La Razón
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Julia tiene un hijo de 28 años que, hasta la semana pasada, trabajaba de conductor en una empresa de reparto de mercancías. Me comentaba que, pese a que en el año y medio que llevaba prestando sus servicios para la empresa, que no había faltado un solo día al trabajo, que todos los días hacía alguna hora de más sin cobrarla y que todos los clientes de la estaban muy contentos con él…, lo habían despedido.

Más tarde hablé con Miguel, que así se llama el hijo de Julia, y me completó la información. En su empresa sobraban, en este momento, dos conductores y el jefe había decidido despedir a los dos que, a su juicio, menos perjudicados resultarían. El jefe, al entregarle el finiquito, le dijo «Miguel, probablemente seas el mejor trabajador de la casa y me duele mucho que te marches pero… estás soltero y vives con tus padres que tienen trabajo, no depende ninguna familia de ti y tampoco tienes hipoteca pendiente como es el caso de varios de tus compañeros. Mi ética me obliga, ya que tengo que prescindir de dos conductores, a hacerlo considerando su situación familiar y personal y no sus méritos profesionales».

Julia y Miguel estaban sorprendidos y confusos ante semejante situación. Por un lado entendían el razonamiento ético del empresario, pero por otro les parecía totalmente injusto, «una empresa, decía Julia, no es una ONG. Si mi hijo es más rentable que otros, no debería ser despedido por el hecho de que viva con nosotros. ¿Tiene razón Julia?. No lo sé. Lo cierto es que Miguel está sin trabajo.