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La hora de Andalucía por Agustín de Grado

La Razón
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Un desempleado de ese casi millón y medio que está sin trabajo en Andalucía se explicó al reportero de «The New York Times» en un reportaje sobre la simbiosis entre paro y fiesta en los carnavales de Cádiz: «El paro es un hecho de la vida, como el amor o la muerte».

Es decir, el paro no es algo ocasional o corregible: es consustancial a la realidad andaluza, como el amor o la muerte. ¿Qué perversión política lleva a una persona –se preguntan los autores de «La tela de araña andaluza», detallada radiografía de 30 años de gobierno socialista ininterrumpido en Andalucía– a considerar el desempleo como una condición natural, a confundir la ineficacia de un gobierno con un destino inevitable? La propaganda absoluta de ese poder inmenso y tutelar descrito por Tocqueville: «Quiere que los ciudadanos gocen, con tal de que no piensen sino en gozar». Es la anestesia asistencial promovida por una administración supuestamente benefactora que, en Andalucía, ha permitido el saqueo de lo público al amparo de un poder omnímodo e impune.

Dicen las encuestas que el domingo los andaluces están más cerca que nunca de liquidar este fraude consentido que ha alimentado sus placeres sin ocuparse de sus necesidades, condenándoles a una realidad que ya no hay propaganda que pueda ocultar: la mayor tasa de paro de Europa (31,2%), una sanidad deficiente (uno de cada cuatro enfermos en lista de espera reside en Andalucía), una enseñanza famélica (con la tasa más alta de España en repetidores de la ESO) y una esperanza de vida sólo superior a la de Ceuta. Veremos.