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Buenos Aires

Argentina llora a Sabato

A sus casi 100 años, Ernesto Sabato logró prolongar más allá de lo imaginado su fertilidad intelectual, pero también el cariño hacia sus más allegados y seguidores.

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Y aunque no siempre fue profeta en su tierra, durante el funeral y el velatorio que le despidieron quedó claro que ante todo el escritor fue una persona querida por sus compatriotas. Ayer, una larga caravana de familiares y amigos acompañó a sus restos hacia un cementerio privado de Malvinas Argentinas donde fue inhumado tras fallecer en la madrugada del sábado a los 99 años como consecuencia de una bronquitis.

Bajo un clima de extrema tristeza, el cortejo fúnebre llegó al predio bonaerense tras el extenso velatorio que tuvo lugar desde las cinco de ayer en el Club Defensores de Santos Lugares, ubicado justo frente a la casa donde Sabato vivió durante más de 60 años. Allí, su mujer, Elvira Fraga, recordaba para LA RAZÓN el cariño que su pareja procesaba a España. «Ernesto era ante todo argentino, también italiano por su sangre pero, ante mi sorpresa, amaba viajar a España. Cuando entraba a los boliches y los escuchaba hablar era feliz», asegura.

«Fuimos los últimos invitados no oficiales a la boda del Príncipe de Asturias, y Ernesto gozaba con la gente de la calle, aunque se enojaba porque ya no hay ultramarinos ni duermen tanto la siesta. Fue homenajeado en 16 lugares de España y a mí se me partía el alma al ver cómo lo querían», añade. Tras despedir sus restos en el club barrial, Ricardo Alfonsín, candidato presidencial por la Unión Cívica Radical en las elecciones del próximo octubre, consideró que con la muerte de Sábato «se fue el más grande».

Alfonsín destacó además su «compromiso con la justicia, la democracia y los derechos humanos», y resaltó que el escritor será recordado como una «referencia ética fundamental». «Sabato siempre será relacionado con la democracia porque dio un ejemplo de compromiso con ella y con los derechos humanos», sostuvo al aludir al rol que el escritor desempeñó en 1984 como titular de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas (Conadep) durante la presidencia del padre del político, Raúl Alfonsín.

La Conadep redactó el informe «Nunca más», una obra clave que relató los horrores de la última dictadura militar (1976-1983) y fue la base de muchos de los juicios contra los represores del régimen de facto. La dirigente política y escritora Graciela Fernández Meijide, quien integró la Conadep, destacó ayer también su «coraje al meterse a investigar los crímenes del terrorismo de Estado. Trabajaba 18 horas y se indignaba cuando averiguaba los horrores de la dictadura», dijo Fernández Meijide antes de valorar esa misión, y destacó que en esos momentos «nadie sabía si los militares podían volver a asaltar el poder».

Sin Nobel pero con Cervantes
Sin duda la fama internacional le llegó en 1961 con «Sobre héroes y tumbas», y su consagración llegó en 1974 con «Abaddón el exterminador», premiada en Francia. Esas dos obras completaron una trilogía junto a su primera novela, «El túnel» (1948), que, infravalorada en su día en Argentina, maravilló a Albert Camus. En 2007 fue propuesto como candidato al Nobel de Literatura, aunque el reconocimiento más importante de su vida le llegó en 1984 con el Premio Cervantes.

Ayer el escritor iba a ser homenajeado en la Feria del Libro por el Instituto Cultural de la provincia de Buenos Aires por su cumpleaños número 100. Pero al final murió como quiso, igual que vivió, con la humildad de los grandes, escuchando en su último viaje una frase con sabor amargo: «Hasta siempre maestro».