Financiación autonómica
La última oportunidad por Alfonso Merlos
¿Cómo debe dirigirse el Gobierno a las comunidades autónomas para hacerse entender? ¿Debe hacer sugerencias, lanzar directrices, imponer directamente decisiones incuestionables e intocables, a las bravas? ¿Se debe comunicar por morse o haciendo mímica? La de Antonio Beteta es, sin duda, la última oportunidad para que la descentralizada administración española haga lo que tiene que hacer, y lo haga ya. No va más.
Es el enésimo toque de campana y llega en un momento decisivo y de auténtico trance. Y el Gobierno regional que no quiera verlo estará perdido y, lo que es peor, llevará a la perdición a los ciudadanos. Ya no vale la excusa barata y demagógica de que las autonomías soportan un ingente gasto público porque deben cargar sobre sus espaldas con la educación y la sanidad. ¡¿Qué hacen entonces manteniendo todo lo demás?! ¿Qué pasa con los consorcios, fundaciones, empresas, observatorios, consejos asesores, órganos consultivos y las tropecientas entidades de derecho público que siguen sin ser cerradas porque quienes deberían hacerlo no tienen lo que hay que tener?! ¿O es que salen gratis?
No es el único, pero el flagrante caso de Cataluña revela la desvergüenza y retrata el dolo de Artur Mas y demás legionarios separatistas. Con una mano cierran quirófanos, pliegan camas, engordan listas de espera o estabulan a los alumnos en barracones. Con la otra riegan a manguerazo limpio una burocracia que engrosan los flamantes militantes del lustroso ejército para la construcción nacional. ¡Y sin dinero para las pensiones!
La losa que representa para los españoles pagar cada día cien millones de euros en intereses de deuda no se entiende sin el descuadre y el fiasco de las regiones. Deben recuperar su solvencia, su responsabilidad, su seriedad y su dignidad invirtiendo en lo que deben y no en lo que les viene en gana. Y deben hacerlo hoy. Estamos en la prórroga. Mañana puede ser tarde para todos.
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