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En busca de la redención de Zapatero

El motivo último de la decisión de Zapatero para apoyar la guerra en Libia sólo la conoce el presidente. Sin embargo, desde el punto de vista táctico, la entrada de España en la coalición contra Muamar Gadafi redime al Gobierno de algunos errores en el escenario internacional y, de paso, le permite pagar deudas del pasado

La Razón
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Según a quién se pregunte, la explicación estratégica es diferente, pero el juicio diplomático es unánime: la decisión está bien tomada. Pase lo que pase después.

Cuando José María Aznar se hizo la foto de las Azores en 2003 buscaba, como ha reconocido él mismo, colocar a España al lado de los grandes. La guerra de Irak debía posicionar a nuestro país junto «a los aliados más fuertes», EE UU y Gran Bretaña. Once años después, Zapatero trata de recolocar a España en una posición más fuerte en la UE. Fuentes diplomáticas consultadas por LA RAZÓN creen que el jefe del Ejecutivo no tuvo más remedio que «mostrar disponibilidad ante los que nos presionan en Europa», ya que «no estamos cumpliendo con las exigencias económicas que se nos hacen». Zapatero también estaría «tratando de agradecer a Sarkozy los servicios prestados en otros asuntos, por ejemplo nuestra silla en el G-20. Está claro que hay que pagar favores. No podemos hacer como Alemania, que se queda al margen porque no debe nada a nadie». Las mismas fuentes creen que «a pesar de que la posición española está bien formulada, lo que ha fallado ha sido la ausencia total de debate en el Congreso. Llegó todo cocinado». Pero, aunque compartamos operación militar en Libia y foto en París, los intereses comerciales del Elíseo en el norte de África son muy superiores a los de España y La Moncloa ha tratado de marcar la diferencia. Por ejemplo, aún no hemos roto relaciones diplomáticas con Libia y el embajador de Gadafi continúa al frente de la legación en Madrid.

Algunos creen que el Gobierno incurre en una «enorme contradicción» al no cortar con un país con el que estamos en guerra, pero la resolución de la ONU no habla de cambiar el régimen de Trípoli, sólo de tomar las «medidas necesarias» para proteger a los civiles. Esta protección del pueblo libio a través del establecimiento de una zona de exclusión aérea justifica la decisión del Gobierno, cuyo ideario socialista y de defensa de los derechos humanos se ha visto difuminado en los últimos meses en crisis como la de El Aaiún, en el Sahara Occidental.

Otras fuentes consultadas entienden que la aportación militar de cuatro cazas, una fragata y un submarino trata de corregir «el mal efecto» causado tras la repentina salida de Irak en 2004. Fue la primera medida efectista de Zapatero al llegar a La Moncloa y «rebajó nuestra credibilidad como socio consistente» entre los países de aquella coalición, liderada por George W. Bush sin el beneplácito de la ONU. Ésta es además una oportunidad para que España recupere algo del protagonismo perdido en el maltrecho proceso euromediterráneo.