Operación Policial
Prostitución y anuncios
Una de las discusiones más acaloradas que he tenido nunca fue, no hace mucho, sobre el tema de la prostitución. Una parte de los varones defendía que hay prostitutas a las que les gusta lo que hacen, y que el principio de la llamada profesión más vieja del mundo venía de que ciertas hembras, no en las mejores condiciones, desde luego, habían encontrado en vender su cuerpo una forma fácil de ganar dinero. Las chicas no estábamos en absoluto de acuerdo con esa opinión. Para nosotras el que una mujer tenga que entregar su cuerpo a cambio de dinero es una auténtica tragedia que sólo puede venir de una situación de pobreza límite; que la prostitución nace de la desigualdad entre sexos, del poder por la fuerza que han ejercido los hombres sobre las mujeres, de esa mala educación que puede llevar a un hombre necesitado a prescindir del más elemental afecto a la hora de copular. Estoy segura de que, salvo excepciones psiquiátricas, ninguna mujer puede gozar sexualmente de tipos extraños que, incapaces de solventar sus soledades primarias, utilizan el cuerpo de ella como un recipiente para su desahogo. Ninguna mujer en estas circunstancias, salvo, como decía, enajenada, deja de sentir el dolor de lo contranatural. Por eso, para acabar con este espanto, convertido por maleantes en mafia, negocio boyante, muerte, hay que empezar por la raíz de la infamia. Por una lucha sin cuartel contra las desigualdades, económicas y de género, contra la educación embrutecida, contra infamias y demonios ancestrales, contra el dinero como valor supremo. Los anuncios en prensa se insertan porque existe el producto y hay que venderlo. No obstante, estoy de acuerdo en no publicitar realidades nefastas.
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