Túnez

Al Asad se enroca mantiene el estado de emergencia y aplaza las reformas

Tras una semana anunciando a bombo y platillo el «importante mensaje» del presidente de Siria, Bachar al Asad a la nación, por fin ayer, el líder del partido Baaz se dirigió a su pueblo desde el Parlamento.

Una simpatizante del presidente sirio, Bashar al Asad
Una simpatizante del presidente sirio, Bashar al Asadlarazon

Llevaba días generando expectativas entre los sirios que, motivados por las revueltas en Túnez y Egipto, protestan desde el 15 de marzo para pedir reformas profundas en su país.

Al Asad no fue puntual y tampoco contentó a su pueblo, ya que no habló de reformas concretas, ni siquiera mencionó cuándo iba a terminar con la gran espina de Siria: la ley de emergencia impuesta en 1963. Y eso que su consejera presidencial se había encargado de difundir durante los últimos días que Al Asad ya había tomado la decisión de levantar dicho estado. El presidente se limitó a decir, eso sí entre aplausos de los parlamentarios que le interrumpían para gritar «¡Sólo Dios, sólo Siria, sólo Bachar!», que las reformas políticas no eran prioritarias, sino que su objetivo era la seguridad y estabilidad del país y otros asuntos, como «la salud de los niños».

De hecho Al Asad, en el poder desde 2000, tras el fallecimiento de su padre, reconoció que los cambios empezaron en 2005. «Ése fue el comienzo del proceso de reforma. Es cierto que vamos con retraso, pero esto se debe a que hay otras prioridades». Sin embargo, el presidente no se cansó de repetir que la oleada de protestas «que comenzó a través de los canales de televisión por satélite» se debía a «una gran conspiración». «Algunos dirán esta tarde: ‘Esto no es suficiente'. Pues bien, quiero decirles que no van a destruir nuestra nación». Siria no pasará por una conspiración que viene fomentada desde el extranjero, auguró Al Basad, quien criticó a los «conspiradores» por instigar las diferencias sectarias para fomentar el odio y «hundir el país».

«Ha sido decepcionante», explica por teléfono, desde Damasco, el activista pro derechos humanos Wisam Tarif. «Yo era de los que confiaba en él; creía que había que darle tiempo, pero después del discurso me he quedado muy sorprendido. He visto cómo ha sacado su maquinaría opresora a relucir, le he visto como a un dictador», analiza. En esta misma línea, cientos de personas salieron ayer a manifestarse en Deraa, epicentro de las revueltas. De pedir libertades pasaron a gritar «Fuera, fuera» por primera vez en 15 días. En Latakia se registraron enfrentamientos, y al cierre de esta edición los soldados habían abierto fuego, según Ap.

A Tarif, que trabaja con Insan Internacional desde 2002, le duele la falta de referencias a los fallecidos, que según sus datos contrastados ascienden a 178, y que el Gobierno no mencione a los heridos. «Intentamos acercanos a los hospitales y no nos dejan, muchas familias hablan de que sus hijos han desaparecido». Ya ha sido demasiado sangriento, pero «desgraciadamente empeorará durante la noche».