Bilbao
Último crimen de los GAL por Martín Prieto
El recientemente perdido José Luis Gutiérrez cenaba hace unas semanas con el ex ministro del Interior, José Luis Corcuera, de nefasto recuerdo, en pos de una fundación que rescatara la memoria de los Altos Hornos de Vizcaya en los que ambos trabajaron como metalúrgico y electricista, en un meandro de la conversación salió mi nombre, lamentándose Corcuera: «Este chico empezó alabándonos sin tasa y luego se volvió loco y nos ataca sin cesar». Gutiérrez le duplicó: «¡Coño, los que os volvisteis locos fuisteis vosotros que acabasteis metiendo a la gente en cal viva!». Ésta es la cuestión. En julio de 1987 la X garzoniana de los GAL decidió suspender las actividades contraterroristas en el sur de Francia y cerrar la provisión de fondos reservados lo que motivó que los mercenarios hicieran una huelga a la japonesa matando de más. Eligieron a Juan Carlos García Goena, un joven vasco, casado y entonces con una niña, huido a Hendaya como objetor de conciencia y sin la menor relación con ETA o el abertzalismo. Una lapa en los bajos de su coche le cortó las piernas y murió desangrado. Para evitar que el tiempo hiciera prescribir el crimen la Audiencia Nacional ha reabierto el caso con el aliento del Fiscal General del Estado, de Pedro Rubira, fiscal de la Audiencia, y del magistrado Pablo Ruz. Una Justicia tardía no es tal, pero menos aceite da una piedra, y de ser obligado a optar, cambio el juicio de la Pantoja por el de los sicarios de García Goena. Su asesinato coincidió con mi regreso a España tras una larga estadía americana. Hice memoria hasta 1982. En el hotel «Ercilla» de Bilbao, Felipe González y yo hablábamos de bueyes perdidos. «Apaga el magnetofón», me dijo. «Oye, ¿y a tí qué te parece si los matamos?». Todavía estoy pensativo.
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