Murcia
OPINIÓN: Barbarie y decepción
Durante esta semana son muchos los que han aludido a la necesidad de moderar el lenguaje de los políticos y de los medios de comunicación. Como yo mismo escribía hace tres días aquí, es necesaria otra manera de hacer uso de la palabra, otro tono, otra manera de hacer las cosas que enfatice lo común y que no demonice al contrincante. Una política sin odio, un lenguaje que cure. Confieso que, cuando escribí esa columna, aún creía en que algo así era posible. Pero tres días después, me ha vuelto el pesimismo y he comprobado que, como decía el filósofo, «está la cosa muy mala». Pero no sólo por la clase política, de la que ya desconfiaba, sino por la condición humana, en la que aún mantenía alguna creencia. Lo que he podido leer y escuchar estos días, en Internet, en los pasillos, en las calles, me ha decepcionado hasta a un punto que no creía posible. Estaba convencido de que los bárbaros eran pocos, pero que hacían mucho ruido. Sin embargo, tristemente, he caído en la cuenta de que la barbarie vive en el centro mismo de la civilización, y que no es tan fácil identificarla. El odio y el rencor, la miseria humana y la indignidad están a la orden del día. Supongo que será mi percepción parcial y afectada de los hechos, pero el caso es hoy estoy triste y decepcionado. Decepcionado con los hombres y escéptico ante el futuro. Desde luego, de lo que dan ganas es de coger un avión e irse a la isla de Perdidos. Quizá entonces los bárbaros ganarían la batalla y todo sería al traste. La cosa es que no sé si uno tiene, visto lo visto, el cuerpo para guerras.
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