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Trampas mortales para acabar con los polizones en los trenes

Las autoridades ferroviarias de Indonesia han colocado trampas mortales en las vías del tren para impedir que una legión de polizones viaje encaramada en el techo de los vagones y obligarla así a pasar por taquilla a comprar el billete.

Los "surferos del tren", como así les llaman en este país, son un grupo heterogéneo y cada vez mayor, formado por indonesios sin el dinero suficiente para pagar el pasaje o que quieren eludir el hacinamiento en el interior y por aquellos que suben al techo solo por diversión.
"Da una sensación refrescante", dice a Efe Andi, de 23 años, un polizonte habitual que conoce los peligros de viajar en el techo de los vagones de los trenes que recorren la isla de Java, la más poblada de este archipiélago con 240 millones de habitantes. "Es arriesgado, sí, pero el billete es demasiado caro para mí y, aunque te lo compres, nadie te garantiza que vayas a tener sitio dentro del tren porque siempre está atiborrado", explica este joven que recuerda como hace unos años se fracturó una pierna al caer sobre la vía desde lo alto del vagón.
"Lo que tiene que hacer el Gobierno para acabar con este problema es abaratar el pasaje y poner más vagones", opina Andi.


Como él, miles de personas, la mayoría hombres de 18 a 35 años, se trasladan a diario de casa al trabajo subidos al techo de los vagones del tren a pesar de las reiteradas advertencias de las autoridades acerca del peligro que conlleva. A los polizones han intentado disuadirlos arrojándoles chorros de de pintura de color rojo, han echado en su persecución jaurías de perros adiestrados e incluso las autoridades recurrieron a la ayuda de los mensajes de líderes religiosos.


Pero ninguna de estas tácticas ha surtido el efecto que esperaba la empresa nacional de ferrocarriles para acabar con los viajeros clandestinos. El nuevo método ideado por la compañía ferroviaria PT Kereta Api consiste en una estructura que atraviesa de un lado al otro el carril de la vía y de cuyo larguero penden unas cadenas con bolas macizas de cemento de tres kilos de peso que al paso del tren quedan a un pocos centímetros del techo de los vagones.


De esta forma, y a la velocidad a la que va el tren, las bolas golpean con fuerza contra todo aquello que sobresalga del techo del vagón, por lo que ese impacto en una persona puede acarrear serias consecuencias, además de tirarla abajo. Pero los precursores de la iniciativa omiten qué es lo que le puede ocurrir a una persona que se golpee contra las bolas.
Krisna Nugraha, un vecino de Bekasi, la primera localidad en la que ha sido instalado este artilugio, se burla del nuevo método y señala que los "surferos"están acostumbrados a sortear toda clase de obstáculos. "No servirá de nada, hay espacio suficiente para que los polizones se tumben y no se golpeen contra las bolas", opina Nugraha.


La iniciativa ha sido criticada por los grupos comprometidos con la defensa de los derechos humanos, que denuncian que ese artilugio pone en peligro la vida de las personas.
El portavoz de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Ifdhal Kasim, considera que "esta medida es un atajo que demuestra la vagancia de los burócratas para buscar otras opciones y pone muchas vidas en peligro".


Kasim agrega que las autoridades pueden adoptar medidas más seguras, como por ejemplo, demorar la partida del tren de la estación hasta asegurarse de no hay personas en lo alto de los vagones.


Por su parte, el portavoz de la compañía ferroviaria, Mateta Rizahulhaq, apunta que "lo que es una violación de los derechos humanos es viajar en el techo del tren"y sostiene que la empresa lo ha intentado todo antes de adoptar esta medida extrema. Según Rizahulhaq, una medía de dos polizones mueren cada mes por los golpes sufridos al caer de los vagones.
La ley indonesia establece penas de hasta tres meses en prisión y multas de 15 millones de rupias (1.677 dólares,1.287 euros) para las personas que viajen en el techo de los trenes, aunque rara vez se aplican. La infraestructura ferroviaria y los trenes de Indonesia están en pésimas condiciones, pese al elevado número de viajeros que transportan.