Valencia

La inteligencia al servicio del toreo

Durante esta temporada se conmemora el medio siglo de la alternativa en Valencia (17 de abril de 1960) de Paco Camino, «El Niño Sabio de Camas», que a lo largo de esos cincuenta años de doctorado se entretuvo en descerrajar hasta en doce ocasiones la puerta grande de la Monumental de Las Ventas, siendo uno de los diestros que más veces ha salido a hombros.

La inteligencia al servicio del toreo
La inteligencia al servicio del toreolarazon

Lleva ya varias semanas la prensa taurina hablando de Paco Camino con motivo del cincuentenario de su alternativa valenciana, cumplido el pasado 17 de abril. Y, como siempre, se han sacado a colación sus apabullantes números: esas doce salidas a hombros por la Puerta Grande de Las Ventas, su récord de orejas cortadas en Madrid (52, creo) y, cómo no, las ocho que paseó en aquella Beneficencia del 70, cuando estoqueó en solitario siete toros de otras tantas ganaderías.Las cifras hablan por sí solas de sus muchos triunfos en la primera plaza del mundo, pero no alcanzan a expresar su enorme categoría artística, esa que, desde el principio –lideró el escalafón ya el primer año de alternativa le sostuvo en la cumbre en una época tan competida como fueron los años sesenta y primeros de los setenta. Porque, obsesivo conocedor del toro y de la lidia, el sevillano puso su extensa sabiduría al servicio del mejor toreo, transmitiéndola a los engaños a través de unas muñecas de precisión suiza: a ese capote de mágicos vuelos con el que fue supremo intérprete de la verónica y la chicuelina, y a una muleta muy poderosa en la mano derecha, sublime en la izquierda y exacta en su soberbia interpretación del volapié. Superdotado para este arte desde la infancia, el sabio de Camas fue la referencia de la generación de toreros que le relevó, esa que ha servido de puente entre los años de platino y los grandes artífices de nuestros días. Al paso de las décadas, su estilo, su temple, su poder y su inteligencia natural nunca han dejado de ser un espejo para diestros tan largos técnicamente como José Tomás o El Juli, que han sacado sabrosas conclusiones para aplicar al toro del siglo XXI, mucho más voluminoso que el de los tiempos del maestro.Porque en el toreo hay esencias que no cambian, aunque sí lo hagan las formas, y hay valores que permanecen por encima de las modas. Y el toreo de Paco Camino venía a cerrar de una vez, siguiendo la estela de Antonio Ordóñez, la dicotomía entre gallismo y belmontismo, los dos pilares sobre los que se sustenta la tauromaquia moderna, aunándolos con esa sabiduría por la que tuvo que hacerse perdonar ante los mediocres. Fueron estos los que amplificaron y difundieron el absurdo tópico de su «mandanga», esa supuesta desgana que le llevó a no entrar a batallar en el ojo del «huracán Benítez», contra ese Cordobés que arrasó con todo en la España del desarrollismo.Los tiros de Camino iban por otro camino. Por la férrea esclavitud a un concepto clásico que sirvió, junto a la solemnidad de El Viti, como contrapunto dilatado a la heterodoxia cordobesista. Y que se reflejó en cada una de las grandes faenas que dejó en la memoria de quienes le vieron hacerlas en Madrid, en Bilbao, en Valencia, en Zaragoza, en México… En ese sentido, hablando de Camino, el gran escritor taurino Pepe Alameda decía que «el torero expone más mientras más corrección hay en su arte. Quien se sujeta más a una pureza de forma, está tanto más entregado en cuanto que hace un toreo menos defensivo. No expone más el que alardea sino el que se sujeta a un canon». Tal vez sea por eso que la «cómoda» carrera del maestro de Camas, además de por sus grandes éxitos, esté jalonada por una decena larga de graves cornadas, convertidas ahora en medallas de orgullo para quien ha sido uno de los verdaderamente grandes de la historia del toreo.