Valladolid

Ministras degradadas

La Razón
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La degradación en sus cargos de Bibiana Aído y Beatriz Corredor es humillante y despreciable para todas las mujeres. A Moratinos, del que Boabdil estaría orgulloso y no sólo por la Alianza de Civilizaciones, no le ha aplicado Zapatero el mismo rasero ni le ha obligado a quedarse en Exteriores para hacer la lenta digestión de sus fracasos. Al aceptar sumisas, incluso con alivio, que les hayan arrancado los galones en público, ambas ex ministras han herido el orgullo de millones de mujeres que en sus trabajos no dan nunca un paso atrás, defienden su valía y hacen respetar su dignidad profesional con un par. El honor también es un atributo femenino y no reside en las ingles, sino en el cerebro y en el corazón. Aído y Corredor tuvieron la ocasión de salir de sus ministerios de bisutería con la cabeza alta, pero se replegaron a la cocina a una orden del jefe. Lamentable. Y más lamentable aún, que las vestales progresistas hayan enmudecido de repente, como si les hubiera comido la lengua el gato, ante el espectáculo de dos de las suyas obligadas a quedarse en casa y con la pata quebrada. Rubalcaba les soltó a las sabuesas del feminismo la liebre del alcalde de Valladolid, mientras las piezas mayores se escabullían tras dos secretarías de Estado. Tampoco el coro mediático adicto ha dado señales de decencia. Menudo morro. Con un simple gesto, con sólo mover una ceja, Zapatero se ha cargado la mística al completo de la paridad y seis años de apología de la igualdad. Chicas, se acabó el recreo. Lo deplorable no es el reajuste administrativo que ha rebajado de rango a Igualdad, que es razonable, sino el trato de chica de servicio que se les ha dado a dos representantes institucionales de muy alto nivel. Por encima de todo, eran ministras del Gobierno de España y depositarias de una dignidad que merece respeto y consideración. Cuando la cosa se pone seria y el incendio se propaga, vuelve el sexo fuerte, y el hombre que amaba a las mujeres se transforma en el varón enérgico al que no le tiembla el pulso si ha de sacrificar a un par de «miembras» y entregar el bidón de gasolina a su lugarteniente macho para calcinar a la oposición. Dentro de un tiempo, cuando se haga balance desapasionado de estos años de gobiernos socialistas, figurará con números rojos de vergüenza el día en que el BOE publicó la degradación de dos jóvenes militantes que soñaron ser ministras ejemplares y se despertaron con un sartenazo en los morros.