Hollywood

Sara asegura que Liz copiaba sus planos por Jesús Mariñas

La vi en primera persona cuando el multimillonario americano Forbes montó en Tánger una semana de festejos por su setenta cumpleaños. Copó los dos mejores hoteles del Paseo Marítimo y transformó «Los Almohades» y el «Solazur» en residencia ocasional de unos invitados realmente Vip

Los fans expresaron su pésame en el paseo de la fama de Hollywood
Los fans expresaron su pésame en el paseo de la fama de Hollywoodlarazon

Volaron en aviones especialmente fletados desde todo el mundo. Acudió Constantino de Grecia y el siempre remoreno Oscar de la Renta. Componían un desfile casi triunfal a pie desde el céntrico Boulevard Paster al Museo Forbes de la Medina. Casi al lado iba Adolfo de Velasco, compadre de Carmen Ordóñez tras su funesto enlace con Ernesto Neyra.

Pareció algo de las Mil y una Noches revivido por Forbes que montó un exhaustivo programa donde Liz brilló como acaso «su futura». Era lo que se comentaba ante la entrega casi obsesiva del anfitrión que, como regalo de bienvenida, le ofreció brillantes de cinco quilates, y había casi veinte.

Durante una visita-almuerzo al cercano Club de Golf, la actriz nos deslumbró con un caftán blanquinegro de flores estampadas. Parecía un incipiente Botero con los ojos violeta realmente únicos. Ese mediodía los complementó con aderezo de zafiros.

«Liz siempre tomaba nota de los planos que me retrataba el insuperable Christian Matras», solía contarme Sara Montiel. Chocaba tal observación tratándose de un mito de Hollywood. Pero la manchega acababa convenciéndote con tal número de observaciones que no cabían dudas. En sus últimos filmes de colaboraciones o repartos compartidos, Taylor era clónica, reflejo o copia de nuestra Sara de la Mancha a la que Terenci bautizó como «Saritísima».

Aunque Liz nunca cantó ni exaltó el «fumando espero», tuvo la tentación escénica. Yo la vi a finales de los 70 en el Teatro Victoria londinense haciendo de malvada en «La loba», aquel éxito de Lilian Helman que Bette Davis inmortalizó en cine. Parecía insuperable, pero Liz le otorgó un aire diferente menos maquiavélico, especialmente en miradas que no podían compararse. Triunfó durante meses, hasta que se cansó de la experiencia que luego repetiría, buscando continuación a «La gata», encarnando a la vieja actriz decadente de «Dúlce pájaro de juventud». La vi en Palm Beach. Parecía su propia vida ésta. Una vida que, ay, finalmente se escapó, imagino que volando.