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Londres admite el fracaso de su operación encubierta

Al Gobierno británico no le quedó ayer más remedio que entonar el «mea culpa». Tras la liberación de los diplomáticos y los soldados del Servicio Especial Aéreo (SAS) en Bengasi, al ministro de Asuntos Exteriores, William Hague, le tocó dar la cara y admitir que la operación no había ido como se esperaba

La Razón
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En todo momento utilizó la palabra «malentendido», pero los analistas hicieron su propia interpretación con las críticas que tachaban al Ejecutivo de arrogante.

Desde que comenzó la revolución en Libia, Londres ha mostrado un gran interés en dialogar con los rebeldes y contribuir a la transición en el país. Pero las prisas han jugado en su contra y el punto que querían marcarse ante la comunidad internacional se ha convertido en humillación.

Cuando los grupos opositores en el este del país formaran durante el fin de semana un consejo nacional interino en Bengasi, el Gobierno británico se puso en contacto con sus representantes para proponerles una misión. A priori, la propuesta fue aceptada, pero cuando dos diplomáticos se trasladaron a la zona con ocho soldados del SAS como guardaespaldas, los rebeldes los capturaron al dudar de sus intenciones.

El domingo fueron liberados, pero la reputación de Reino Unido ya estaba por los suelos. Los medios británicos han interpretado que los grupos opositores quieren hacer las cosas a su manera y que la detención tan sólo fue un mensaje para dejar las cosas claras a Cameron y los suyos.

La oposición laborista se mofó ayer del fracaso de la misión y el portavoz de Asuntos Exteriores, Douglas Alexander, manifestó que lo ocurrido era una muestra de la incapacidad del Gobierno.